Marisol Pais. Esta celadora del CHUS pide conciencia, porque “la transmisión es más sencilla que nada” TEXTO Ángela Precedo

“Ves gente que un día está bien y al siguiente tiene que entrar en la uci”

Ángela Precedo
La celadora muestra que el virus está al alcance de cualquiera. Foto: ECG

“La gente no está concienciada para nada de lo que está sucediendo, y todo el mundo piensa que no le va a tocar a él, pero realmente nosotros aquí vemos lo que sucede, las consecuencias directas de todas las fiestas ilegales durante la Navidad y estamos pasándolo mal”, asegura Marisol Pais, una celadora del Hospital Clínico de Santiago (CHUS) que, con tan solo 56 años, ha contraído la enfermedad y lleva seis días en casa.

Aunque realizó trabajos en las plantas de COVID, ya hacía dos semanas que estaba trabajando en zona limpia cuando se contagió. “Las plantas COVID, logísticamente, en todas hacia el mismo lado, y las otras, las que están enfrente, se consideran zonas limpias, con pacientes que no padecen coronavirus”, explica Marisol. “Llevaba dos semanas en zona limpia, pero continuamente se cuelan casos”, asegura la sanitaria, porque es evidente que “un paciente puede ingresar aparentemente bien y después en planta empezar a desarrollar los síntomas, hacerle la prueba y que dé positivo”.

Un positivo en la zona libre de COVID es mucho más peligroso, ya que, tal y como explica Marisol, “ahí no estamos tan protegidos como en el otro lado, aunque tenemos doble mascarilla y guantes, carecemos de la pantalla”. Además, a su modo de ver, “el gran problema es que en esas plantas sí se permite acompañante, lo que conlleva que él pueda traer el coronavirus de la calle”.

En su caso, el cuadro clínico se desarrolló con síntomas: “Trabajé el viernes por la noche, empezó a dolerme la cabeza y les pedí a las enfermeras un paracetamol”. Sin embargo, “como me había mojado el jueves, pensé que sería el típico resfriado”, recuerda. La celadora pone de manifiesto algo que aún ahora pasa por la cabeza de muchos: “Como ya me libré en la primera y en la segunda ola... Te crees que no te va a pasar a ti, esa es la realidad”.

A la mañana siguiente se realizaba uno de los cribados de rutina que cada 10 o 15 días hacen en el hospital. “Seguía sin encontrarme bien, pero lo achaqué a la noche, que fue bastante ajetreada”, explica la sanitaria, que se tranquilizó algo cuando “la PCR dio negativo”. Con todo, a la mañana siguiente, tras dormir, “volví a levantarme mal, aunque no tenía fiebre, me dolía muchísimo la cabeza y tenía mucho cansancio, estaba mareada”. Durante esos días, hasta volver a realizar una prueba, “intenté apartarme todo lo que pude de mi marido y de mi hija”, hasta que, un día, al sentarse a la mesa para comer, “me desmayé, y llamaron al 061 para llevarme al hospital”.

A su llegada, y pese a ingresar con PCR negativa, “me llevaron a la zona COVID, porque tenía los síntomas”. “Allí me hicieron un test de antígenos que ya dio positivo”, detalla. Tras las correspondientes analíticas de pulmón pudo regresar a casa a pasar el confinamiento. Su marido y su hija aún están a la espera del resultado de la PCR, que le realizaron el martes, “bastante tarde teniendo en cuenta que a mí se me conoció positivo el domingo”. “La transmisión es más sencilla que nada, y mi marido tiene los síntomas”, dice.

Marisol se siente especialmente mal por su familia. “Incluso te sientes culpable”, confiesa. Sabe que no es su culpa, en el fondo, “pero por trabajar donde trabajas no dejas de sentirte mal”. Además, asegura tener “mucho miedo”, ya que por su experiencia, “ves gente que un día está bien y al otro se pone muy mal y se va para la uci”. Ahora, aislada en casa, sola aunque acompañada por sus familiares en otras estancias, hay días que le pesan. “Incluso he llorado”, por tener que decirle a su hijo que no volviese de Ourense.