Compostela recuerda al cardenal Quiroga, un hombre humilde

Monseñor Barrio destaca su amor a la Iglesia, actitud equilibrada y eficacia en el ministerio
Arturo Reboyras
Monseñor Barrio, en el centro, presidió ayer en la Catedral el funeral por el cardenal Fernando Quiroga Palacios. Foto: A.R.

La Catedral de Santiago fue ayer el escenario de un solemne funeral por el eterno descanso del recordado cardenal Fernando Quiroga Palacios, fallecido hace cincuenta años y quien fue arzobispo de esta Archidiócesis entre 1949 y 1971; una ceremonia a la que asistieron cientos de fieles y que estuvo presidida por el actual arzobispo compostelano, monseñor Julián Barrio, acompañado por su obispo auxiliar, monseñor Francisco José Prieto; el deán de la Basílica, José Fernández Lago; y otros miembros del Cabildo Metropolitano. El titular de la Mitra compostelana señaló en su homilía que la celebración eucarística era el mejor modo de “recordar con gratitud” la figura del cardenal Quiroga y todo cuanto había hecho por la Archidiócesis durante su mandato.

Con esto, recordó que los tiempos litúrgicos son ocasiones propicias para “acercarnos a la figura del Salvador, especialmente en el Adviento, cuando se nos invita a preparar el camino para su llegada”. Monseñor Barrio comentó que Jesús “vino, vendrá y sigue viniendo ahora” a través de los sacramentos y de la Palabra que se proclama en la Iglesia”. “Nada nos separa de su amor”, indicó, ni siquiera la muerte, “por eso recordamos al cardenal Quiroga”, ya que “los muertos son nuestros” y Dios es un “Dios de vivos”. Monseñor Barrio evocó la figura del cardenal, “una personalidad significativa” en la Iglesia compostelana, en la Iglesia gallega y en la Iglesia española, “al que todos recordamos con afecto y con gratitud”.

También se refirió a las muestras de afecto hacia este recordado prelado compostelano con las que todavía hoy se encuentra cuando visita las parroquias de la Diócesis. El arzobispo explicó que el cardenal Quiroga era “sencillo, humilde, con finura espiritual” y destacó su caridad pastoral y su cercanía en su servicio episcopal. “Amó a la Iglesia”, explicó, “y mantuvo una actitud equilibrada, fue creíble y eficaz en su ministerio”. El cardenal está enterrado en la seo, cerca del Pórtico de la Gloria y su lápida estaba ayer cubierta de flores.