“El grupo Milladoiro fue algo muy importante para mí, un referente”

Atardecer no Gaiás
Xiana Fole
CONCIERTO. Daniel Lumbreras, que actuó ayer en el Gaiás, conjura la música como un elemento plástico, lleno de matices. Foto: Silvia Poch

El Museo Centro Gaiás, dentro del ciclo ‘Atardecer no Gaiás’ , acogió ayer una actuación excepcional: la del músico y artista catalán Daniel Lumbreras. Licenciado en Bellas Artes y de familia gallega, la música de Lumbreras se caracteriza por conjurar todo tipo de inspiraciones y, sobre todo, está definida por una gran particularidad: en sus canciones no hay ‘letra’, pues todas parten de la improvisación vocal.

Acompañado por las voces de Marta Ortega, Mariona Fernández y Gloria Fernández, el artista tocó, entre otros temas, el repertorio de su último álbum. ‘Cinematic’ (2020) entremezcla el universo sonoro de Lumbreras con otra pasión suya, el cine. Es por eso que la mayoría de las canciones están creadas a partir del visionado de una película. La experiencia fue fruto del confinamiento; el resultado, un disco innovador y ecléctico. Lumbreras dice admirar a Milladoiro y a Rodrigo Romaní, y el de ayer fue su debut en la tierra de su familia materna.

Hablemos de Cinematic. El concepto es muy peculiar: mezcla música, cine y encierro. ¿Cómo surge?

Fue durante el confinamiento. Por un lado, estaba la frustración de ver como los conciertos iban cayendo... la incertidumbre económica estaba ahí. Todo el mundo estaba haciendo conciertos online, que fue una saturación inmensa. Aunque luego salió la coletilla de que gracias a la cultura sobrevivimos al confinamiento. Por otra parte, las primeras semanas fueron de bloqueo y de aturdimiento. Si no ves a nadie, si no hay contacto con el mundo exterior, te sientes vacío. No hay nada que expresar, es imposible coger la guitarra y hacer algo. Además vivo solo, y las videollamadas no te llenan. Así que pensé en matar las horas, por lo menos, con cultura. Y empecé a ver películas. Cuando vi Retrato de una mujer en llamas de Céline Sciamma, quedé emocionado. Me dieron ganas de coger la guitarra y empezar a tocar. De ahí salió una pieza muy cortita que abre el disco, Héloïse.

Y a partir de ahí surgió un disco.

Exacto. Ese proceso fue repitiéndose. Más que nada por no morirme de asco; era divertido. Fui viendo películas y cogiendo la guitarra después, con ese poso emocional. Cada noche viajaba con la guitarra a un sitio distinto, y ya por la mañana las gravaba mejor. Seguí gravando hasta agosto, que me vine a Galicia y ya decidí dejarlo ahí.

¿Cuál fue el resultado de gravar en casa?

Pues que lo gravé todo con un portátil, una guitarra y un micro. Como no tenía ni un teclado para enriquecer las canciones, utilicé muchas capas de voces. Es cierto que los coros a veces son anecdóticos, secundarios, pero en canciones tan desnudas como estas fueron un pilar fundamental. Es por eso que, para la actuación en directo, decidimos ampliar la formación a cuarteto con tres voces femeninas.

‘Héloïse’ va por la película de Sciamma. ¿Podrías darnos alguna pista de las demás?

Thelma es por una película noruega con el mismo nombre, dirigida por Joachim Trier. Premier, que fue el single, viene de la película más aburrida que vi durante el confinamiento. Una película de ciencia ficción independiente, hecha con pocos recursos, Primer. Demasiado enrevesada, vaya tostón. Red Army es el nombre de un documental sobre el equipo soviético de hockey sobre hielo. Se veía todo el control que tenían sobre los deportistas, cuando viajaban siempre había agentes de la KGB en los aeropuertos, para que no se escaparan. Eran superiores a todos los equipos, un dream team. Luego está Totó, que los cinéfilos podrían en el niño pequeño de Cinema Paradiso, pero es por Mi vecino Totoro. Es una película súper cándida y, sin embargo, el resultado es un soul gregoriano extraño. Lo chulo era no intentar ilustrar la película, sino usarla como punto de partida. Hay otras canciones que vienen de juegos en los ensayos.

Ha sido tu estreno sobre los escenarios gallegos.

Sí, es la primera vez que toco en Santiago, o en Galicia en general. Yo soy medio gallego, mi madre es de Ferrol. Me llamo Daniel Lumbreras Oubiña, pero no tengo nada que ver... (ríe). Desde muy pequeño voy ahí todos los veranos. Ahora los primos hemos crecido y nos hemos desperdigado, pero yo tengo una ligazón muy fuerte con Galicia. Aunque solo sea semana y media, intento seguir yendo cada verano. Pero la verdad es que nunca había tocado delante de mi familia gallega, ha sido mi primera vez. Es algo que me ha hecho mucha ilusión, por supuesto.

Además, tu música carece de palabras. Solo utilizas fonemas.

Desde pequeño ya. En las literas de mi habitación, se apagaba la luz y me hermano se dormía al instante. Y yo me ponía a cantar de esta manera. Mi abuela gallega siempre decía “pero este niño no callará nunca”. A lo largo de mi trayectoria fui probando idiomas, pero siempre estuvo ahí la libertad de la improvisación fonética. Además, estudié Bellas Artes, que te hace ver la música como un lenguaje plástico, como es la pintura. Así que nunca lo vi raro: las canciones puedes girarlas, desmenuzarlas. En pintura, el pintor va construyendo su paleta de colores. Pues con la voz también haces tu propia paleta de sonidos.

¿Y cómo reacciona el público ante esa improvisación vocal?

De momento, veo que esto tiene mucho recorrido. Tenía curiosidad por ver cómo sería una canción con letra. Ya lo probé. Quizás si que conectas más, pero pierdes esa mentalidad más artística. Hay estudios de la comunicación humana que dicen que más del 80% de la comunicación está basada en cómo se dicen las cosas y no en el qué. En cómo se expresan. Puedes transmitir emociones humanas con la voz sin usar palabras. Y cuando lo fui enseñando en público, vi que la gente se conmovía de otra manera. Viendo que funcionaba, fui continuando. Cuando lo explicas así entiendo que pueda sonar raro, pero realmente entras a la gente por otro canal.

Como medio gallego, ¿tienes referentes musicales de aquí?

Totalmente. Milladoiro para mí fue algo muy importante. Sobre todo el Iacobus Magnus y el CD en directo de Fadas de Extraño Nome. Son brillantes. La figura de Rodrigo Romaní es un referente, es un genio melódico. Lo que me gusta es más folclórico, el pop gallego no acaba de llegarme. También me gusta mucho la música de Mercedes Peón.