La noticia de una valenciana que dejó su trabajo en la consultora Deloitte, tras fundar una ‘startup’ en Silicon Valley, para vestir el hábito descubre en Santiago a hermanas con estudios en Magisterio o en Educación Física // Todas cuentan su experiencia empezando con un “yo era una chica normal hasta que sentí la llamada”

Monjas de clausura y universitarias: ¿qué las impulsa a meterse en un convento?

Clausura
Mar Mera
Monserrat Medina

¿Se imaginan estar en lo más alto de su vida profesional y dejarlo todo por irse a un convento de clausura? Esto es lo que hizo Montserrat Medina, una brillante ingeniera aeronáutica valenciana que cambió su puesto como socia de una de las consultoras más importantes del mundo, Deloitte, por una vida monacal en el monasterio de Santa Ana en Castellón. Antes de Navidad se autoproclamó en su perfil de Linkedin: “Sierva de Dios”. Según relatan en el digital El Español, esta joven de 36 años tuvo una vida llena de éxitos profesionales. Becada en Stanford, creó una startup en Silicon Valey y pese a su juventud fue fichada como socia de Deloitte. Tenía desde fama a dinero y reconocimiento internacional... todo, menos la felicidad. En una carta enviada a sus compañeros relata que tras un tiempo de discernimiento vio que Dios la llamaba a utilizar sus talentos de otro modo y que había decidido dejarlo todo para ingresar en el monasterio de agustinas como monja contemplativa. “Usaba todos los talentos que la infinita bondad de nuestro Dios me había regalado, pero los empleaba para mi propia gloria y para acumular riquezas en este mundo. Me apropiaba de los dones recibidos buscando sólo mi propio interés”, les comunicó. Además, les hizo partícipes de su deseo de “dejarlo todo por seguir a este Dios que ha conquistado mi corazón. Es una deuda de amor lo que vivo... aunque sé que por mi parte esa deuda siempre estará por saldar”.

A pesar de que esta ejecutiva es un caso más que llamativo, dentro de muchos conventos conviven hermanas con carreras detrás de sí, desde Medicina hasta Derecho. Buceando un poco, en los compostelanos hay monjas como sor Aude de María, una francesa de 41 años, que estudió Educación Física y que tras hacer el Camino y conocer a las hermanas del convento del Carmen, decidió que era aquí donde quería vivir. Otra es sor Mónica, de 72 años, del convento de San Pelayo, que fue directora de la escuela Infantil con este nombre, y que hizo Magisterio ya como monja, porque al ser de clausura constitucional y no papal, como ella explica, tienen derecho a acudir a las aulas. La tercera es sor Manuela, de 54 años, que estudió Solfeo y ocho años de Piano. Esta hermana de Santa Clara puede presumir de tocar el órgano de este convento, de 1709. Todas comienzan su historia con un: “Yo era una chica normal hasta que sentí la llamada...”.