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MAR MERA VARELA / Periodista / Santiago

La galería de personas entrevistadas me parece infinita

“El periodismo es una maravillosa escuela de vida”.

Alejo Carpentier

¿Cómo resumir más de tres décadas de trabajo en EL CORREO GALLEGO? A mi memoria vienen mil y una anécdotas, caras, vivencias, experiencias... Toda una vida en una redacción que me recibió con máquinas de escribir y ceniceros a rebosar. Poco después llegaron los ordenadores, con un montón de códigos que iba anotando en una libreta. Las salas sin humo tardaron algo más en llegar a una redacción siempre viva y cercana en la que cerrábamos la edición del 23 de junio saltando las cacharelas de San Xoán y celebrábamos los cumpleaños. También el Entroido, cuando en plena tarde siempre había compañeros que no dudaban en presentarse disfrazados para darse luego a la fuga sin que supiéramos quién nos había visitado. Toda una vida llena de vivencias periodísticas y humanas de la mano del periódico de la capital de Galicia EL CORREO que cumple, como no quiere la cosa, 50.000 números. ¡Ahí es nada!

Quién me iba a decir que acabaría escribiendo en el periódico que leían mis padres cuando era pequeña. Que años después acabaría escribiendo cientos y cientos de páginas ¿Cuántas exactamente? Ni se sabe. Y eso que durante mucho tiempo en mi casa recortaban mis reportajes, pequeños o grandes. Entre ellos guardaron con especial emoción los de mi primer viaje como enviada especial. El destino fue Sevilla, con motivo de la colocación, en un día lluvioso digno de Compostela, de la primera piedra del pabellón de Galicia para la Expo 92. Dos años antes de la apertura de la muestra universal, aquella celebración se convirtió en una ocasión destacada para promocionar el Año Santo de 1991, el Xacobeo del famoso Pelegrín, que marcó el renacer de Santiago como cuna peregrina.

Solo unos meses después, nuestra ciudad recibía miles y miles de peregrinos e inaugurábamos una suerte de nuevo subgénero periodístico: las entrevistas a los caminantes que alcanzaban la ansiada meta. Al pie de la fachada del Obradoiro, a través de sus testimonios viajé de algún modo yo misma a miles de kilómetros de Galicia, me hice más tolerante y llegué a compartir la fascinación por el Camino que une a tantas personas procedentes de todo el mundo y tan diversas, como aquel peregrino serbio que se identificó, así a bocajarro, y nunca mejor dicho, como francotirador.

La galería de personas que he entrevistado a lo largo de todos estos años me parece infinita cuando vuelvo la vista atrás. Recuerdo especialmente a algunas, por distintos motivos. A Isaac Díaz Pardo, al que resultaba imposible no querer mientras te contaba su vida; al entonces presidente del Gobierno Felipe González, del que aún guardo una foto junto a Domingo García-Sabell; a cantantes como Julio Iglesias, que visitó una noche por sorpresa la redacción del periódico; o a nuestro Nobel de Literatura. Con Camilo José Cela tuve la ocasión de conversar, junto al pintor Laxeiro, con motivo de la presentación del libro editado por esta casa que unió a los dos artistas. Recuerdo el miedo de principiante con el que encaré aquella entrevista con el escritor padronés, conocido por su carácter socarrón. Para mi alivio, aquel día se presentó como un tipo cordial y volví a casa con un ejemplar de O camaleón solteiro con una dedicatoria y un dibujo que guardo como oro en paño.

Tampoco puedo olvidar, por razones muy diferentes, la tarde del 24 de julio de 2013. El accidente del Alvia en la curva de Angrois. Días después, los todavía príncipes de Asturias, a los que tres años antes “persiguiera” durante su visita a la ciudad como peregrinos, volvían a un Santiago de doloroso luto para visitar a los supervivientes ingresados en el Hospital Clínico. El CHUS, nuestro pulmón de la atención y la investigación sanitaria. Para mí, casi como una segunda casa. Como redactora de la sección de Local, he escrito de sus médicos, del personal de enfermería, de los profesionales que se encargan de los fogones, de los que cosen cientos de botones de los uniformes... Un personal que ha tenido ahora, de nuevo sin quererlo, un gran protagonismo. En un momento en el que nos hemos acostumbrado a palabras como confinamiento o pandemia, ellos y ellas han estado en primera línea para salvar nuestras vidas. No llegan los aplausos colectivos para pagar su esfuerzo.

Ahora toca seguir luchando por esa sanidad pública que tantos ejemplos nos ha dado y que debemos seguir mimando en esta nueva realidad que nos separa dos metros de los seres queridos, que nos impide ver sus sonrisas tras las mascarillas, que convierte las entrevistas en videollamadas. Pero en esta nueva realidad sigue habiendo mil y una historias que contar. Porque el periodismo, como decía Alejo Carpentier “es una maravillosa escuela de vida”.

16 jun 2020 / 00:53
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