Por deseo del Apóstol, mejor ventura de Galicia

Pilar Alén

Historia, arte, literatura y tradiciones orales han trasmitido el relato del traslado de los restos del Apóstol Santiago, decapitado en Jerusalén, hasta ser sepultado en tierras de Galicia donde, según nos cuentan los discípulos que lo acompañaron, aquí quería reposar.

También ha habido compositores de la Catedral compostelana que han realizado melodías para tan trascendental y solemne Fiesta de la Traslación.

Pero, ¿es posible una escenificación musicada de ese relato? Sin duda. No solo posible, sino que ya se ha hecho en el Año Santo de 1773. Tuvo lugar el 25 y 26 de julio en la Plaza del Hospital (hoy, del Obradoiro) según el Cura de Fruime, o en el claustro de la Catedral, como apunta López Ferreiro.

El beneplácito del Cabildo fue decisivo. Puso todos los medios para un evento que, entonces, contravenía todas las normas, en lo literario y en lo musical, ya que la Real Cédula de Carlos III de 1765 impedía representar autos sacramentales, comedias de santos y asuntos sagrados, y otra del Consejo de Castilla de 1773, prohibía óperas, zarzuelas y espectáculos musicales en los años jubilares.

De esa mal llamada “ópera” se conserva un ejemplar del libreto en la Biblioteca Nacional de Madrid, editado en Santiago por Sebastián Montero y Frayz. No ocurre lo mismo con la música, pues la partitura no consta en los fondos del Archivo Musical de la catedral compostelana, donde se sabía de su existencia al menos hasta mediados del siglo pasado.

El texto es de José Amo de Leis, profesor universitario (¿franciscano?), conocido como el ‘cojo Amo’. La interpretación recayó en los cantores e instrumentistas del templo catedralicio. De los ensayos de las comparsas se ocupó Pedro Gómez de Bedoya, catedrático de Cirugía y Anatomía de la universidad, muy conocido por otras actividades artísticas. Y toda la escenografía –realmente aparatosa: unos seis o siete decorados diferentes– se debió a Miguel Ferro Caaveiro, arquitecto del Cabildo.

Buono Chiodi, maestro de capilla entonces, compuso la música. Cabe pensar que, gracias a él –en plena sintonía con el Cabildo– como buen italiano conocedor del melodrama, tuvo la destreza –u osadía– de llevar a término una iniciativa tan inusual. Años más tarde, quizás por esto o razones similares, el arzobispo Bocanegra intentó destituirlo de su cargo al considerar que su música era más propia de un teatro que de un templo sagrado. Y, todo sea dicho, no lo consiguió.

Esta obra no se acomoda al género operístico, ni al de Comedias de Santos ni de Ángeles, habituales entonces. Obedece a lo que indica el título: es un poema sacro-dramático, con una compleja tramoya escénica, en la que no faltan ángeles que bajan en balancines, un dragón que aparece en medio del bosque, etc. Un relato con escenas y personajes conocidos, novelados o ficticios que entonan arias, coros y recitados.

A mayores, presenta todo un alegato del pueblo gallego, del que destaca mil virtudes: nobleza, heroicidad, gentileza, afabilidad, sencillez, humildad... Quizás se justifica así el deseo del Apóstol: “Que a Galicia su Cuerpo se bolviera” Y, de paso, nos hace comprender su rimbombante título: DE LAS VENTURAS DE ESPAÑA LA DE GALICIA ES MEJOR.

Ni ópera, ni comedia, ni zarzuela, sino una obra a la altura de un Año Jacobeo. ¿De quién surgió la idea de esta obra? ¿Del Cabildo, de Chiodi o de Leis? Sea como sea, el lugar y el tema fueron un acierto por su carácter cuasi-catequético y por encajar en el canon de texto legendario/pseudo-sacro.

Si entonces fue todo un éxito, ¿no podría serlo ahora? De no hallarse la partitura original, alguno de nuestros músicos –los hay excelentes– bien podría tomar este libreto y musicarlo de nuevo.

No me resisto a apuntar en este fin de año y comienzo de un nuevo Jubileo, otra pionera aportación de Chiodi: la Marchia para el aprir la Puerta Sta, breve, solemne y pensada para esa ceremonia del Año Santo de 1779. Se conserva la partitura y se ha interpretado en varias ocasiones, dentro y fuera de la Catedral, en versión concierto.

Datos casi inéditos y sin antecedentes que, no obstante, sientan precedentes y abren nuevos horizontes, para este y otros muchos años jacobeos.