Quejas por el grave deterioro que afecta a numerosas rúas plagadas de pintadas

El problema afecta especialmente a algunas calles de la entrada norte y a zonas escondidas entre edificios // A los grafitos se suman el abandono de las casas más antiguas y la falta de mantenimiento de muchos locales en venta o alquiler
Vandalismo
ECG Redacción

Mochila en la espalda y bordón en mano, concha incluida, los peregrinos que entran en Santiago pasan de las zonas verdes de las afueras de la ciudad al asfalto que se abre paso poco a poco en su recorrido de flechas amarillas. Y es ahí donde se encuentran un cambio radical de paisaje, y se ven rodeados por calles con señas de deterioro que se alejan bastante de la imagen de Compostela que tienen en la cabeza. “Hace falta restaurar y limpiar, pero pasan los años y nadie hace caso”, denuncia un vecino.

Son algunas zonas del norte de la ciudad, en las que hay pintadas o edificios deteriorados que llaman su atención. “Antes de entrar a Santiago, no hay nada en lo que nos hayamos fijado. Pero en esta zona (antes de Concheiros) sí se nota un cambio, hay partes algo estropeadas”, cuentan algunos peregrinos que caminan por la Rúa do Valiño antes del cruce con la Calle Fontiñas, muy cerca del Albergue SCQ. Es en algunos recovecos de esas vías, donde se ven numerosas pintadas en los muros y, sobre todo, en locales que permanecen a la espera de que sean alquilados.

Al continuar la ruta por el barrio de Concheiros, queda cerca la Avenida de Lugo, ahora en obras, y Quiroga Palacios, donde los desperfectos son más que notables en las callejuelas estrechas y empinadas a las que se les nota el paso del tiempo. Un vecino que lleva toda la vida viviendo ahí cuenta cómo siempre ha estado así. “Esto está como siempre lo recuerdo. Edificios muy antiguos que a veces se pintan, pero que vuelven pronto al deterioro. Lo idóneo sería arreglarlos. Algo más arriba sí hay obras y movimiento, pero esto está así. Al menos la carretera está arreglada, pero los edificios y bajos siguen igual”. Alzando la vista, una casa particular en cuesta tiene una pintada en su muro principal en la que se puede leer ‘CHUS’ y que está a medio tapar. Justo al lado, pegada a una mercería, otras pintadas tapan el portón de un garaje.

Haciendo un alto en el camino, antes de continuar hacia el casco histórico, un poco más abajo, en el barrio de Fontiñas, se ven otros ejemplos que abundan en los portones de garajes y en locales sin actividad. Detrás de la Rúa de Londres, hacia la derecha del final de la Calle Dublín, los edificios esconden una plaza de cemento con un parque cercano en el que el deterioro abunda por cada rincón. Allí, una vecina que pasea a su perro asegura que el problema en Santiago es el mismo que en muchas otras ciudades: “hay gente que se dedica a estropear las paredes, las pintan para tapar las firmas y resto de trazos pero a los cuatro días está todo igual. Es un mal común”. El tema viene de atrás. Hace cuatro años se puso en marcha desde Raxoi un proyecto llamado Rúas que fue concebido para premiar las muestras de arte urbano de calidad. Todo con el objetivo de acabar con las agresiones al patrimonio ante la dificultad de multar a los autores ya que deben ser pillados justo en el acto, tarea ardua dado que muchas veces actúan de noche, y evitar así acciones que salen bastante caras al bolsillo de todos.

El problema no radica solo en áreas algo apartadas o menos transitadas, alejadas de la zona centro, sino que afecta a lugares pegados al casco histórico, como es el Parque de Bonaval. Entre los caminos de piedras y la hierba de verde intenso, aparecen paredes decoradas que chocan frontalmente con el paisaje de tranquilidad que buscan los que pisan este parque. Ni los muros de la Catedral se han librado de estas acciones.