Raxoi tiene identificados a nueve ‘sintecho’ que duermen en la calle

Trabajan con ellos todas las semanas para intentar sacarles de esa situación, pero es un proceso largo // En otra época llegó a haber veinte ‘homeless’
Sandra Cuiña
Tiendas de campaña y enseres de personas sin hogar, instaladas en el paseo fluvial del río Sarela. Foto: AA.VV. Río Sarela

El reciente caso de las personas sin hogar que viven en varias tienda de campaña en el paseo del río Sarela ha vuelto a sacar a la palestra el problema de los sin techo, sobre todo, ahora que el frío se comienza a intensificar y las condiciones en la calle son más duras.

Y es que desde el Ayuntamiento de Santiago, tal y como confirma a EL CORREO GALLEGO, la concejala de Servicios Sociales, Mila Castro, se hace todo lo posible para que estos ciudadanos duerman a cubierto, algo que no siempre es posible, puesto que algunos no suelen aceptar las condiciones que le ofrece el Ayuntamiento.

Y es que un pequeño número de personas sin hogar se niegan a dormir en albergues, porque no quieren cumplir sus normas o porque tienen animales que no quieren abandonar. Además, hay casos en los que estos individuos tienen adicciones o incluso patologías mentales, que dificultan mucho la tarea de sacarlos de la calle.

En la actualidad, según confirmó Mila Castro, el Concello tiene localizadas a nueve personas sintecho, según el informe de este lunes del Servicio para Emergencias Sociales que funciona en Compostela a través de la Cruz Roja y la colaboración de la Diputación Provincial, y que se conoce como Semus.

Además, acudieron a varios puntos en los que suelen domir los homeless, entre ellos, la zona de San Lourenzo, pero no localizaron a nadie. Los otros lugares en los que no encontraron a gente durmiendo fueron la plaza de Vigo, la de la Inmaculada, el Obradoiro, la calle Ramón Piñeiro y la dársena de La Salle. El Semus recorre tres días a la semana –el miércoles lo hace junto a la trabajadora social del Ayuntamiento de Santiago– las principales zonas de la ciudad en las que hay personas que carecen de un domicilio para darles bebida caliente y comida, además de mantas y atender en el momento cualquier contingencia que requiera una solución inmediata.

Asimismo, hace un seguimiento de estos ciudadanos y trabajan con ellos día a día para tratar de mejorar su situación y sacarlos de la calle, pero como dice la propia Mila Castro, “es un trabajo de mucho tiempo. Algunos vamos sacando de la calle, pero a fuerza de persistir mucho”, explica.

A la vez se pone en marcha toda la red de apoyo que forman las diferentes entidades y servicios de la ciudad, como los albergues, Vieiro de Cáritas, la asociación Feafes... Entre todas se estudia el servicio que se necesita y los recursos disponibles. También existen programas de inserción de empleo como los de la Asociación de Empresas de Inserción de Galicia (Aeiga).

Cualquier cifra es elevada cuando se habla de esta situación, pero los datos actuales son mucho mejores que en otros momentos, en los que llegó a haber en la capital gallega hasta veinte personas durmiendo en la calle.

EL CONFINAMIENTO POR EL COVID AYUDÓ A REINSERTAS A MUCHAS DE ESTAS PERSONAS. Fue el periodo de confinamiento lo que provocó en su día que algunos de estos homeless abandonaran esa situación, ya que durante este período fueron trasladados al Seminario Menor de Belvís. A pesar de las comodidades que contaban en este lugar hubo varios indigentes que optaron por quedarse en la calle.

Aprovechando la circunstancia del confinamiento, una gran parte de esa veintena fue posteriormente redistribuida en pisos municipales o reinsertada de alguna otra manera en la sociedad.

Todo esto se gestionó a través de Cruz Roja bajo el amparo del programa municipal dedicado a personas sin hogar, y también con el Servicio Municipal de Urgencias Sociales (Semus).

Asimismo, durante su estancia en Belvís, los residentes contaron con un equipo de enfermeros y psicólogos de la Unidad Municipal de Atención a Drogodependencias, que fueron de vital importancia para la reinserción de estas personas que, tras dos meses encerrados y llevando un tipo de vida muy diferente al que estaban acostumbrados, se dejaron ayudar por las diferentes entidades sociales de la ciudad.

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