“En general las mujeres tendemos a juzgarnos y criticarnos entre nosotras más fácilmente”

Psicología
María Almodóvar
Apunta Marsà que vivimos en una sociedad donde fomentamos la comparación, que “hemos llegado a ver como normal”

Compararse con los demás es una trampa en la que cuando uno cae es difícil escapar, ¿verdad?

Podríamos decir difícil, pero eso no significa que imposible. Y detallo más aún: diría “difícil de escapar” porque lo hemos convertido en nuestro “piloto automático”. Lo hacemos tantas veces que pasa a ser muy inconsciente y, aunque no lo piense, sale.

Pero además, vivimos en una sociedad donde lo fomentamos y lo hemos llegado a ver como normal...

Me da la sensación de que afecta más a las mujeres, ¿puede ser?

Puede ser. No me gustaría generalizar ni emitir un juicio rotundo, pero en general las mujeres tendemos a juzgarnos y criticarnos entre nosotras más fácilmente. En las comidas con otras amigas, con las compañeras del trabajo, cuando vamos por la calle... En cambio, los hombres tienden menos a hacerlo.

Vivimos en una sociedad donde se juzga el físico de las mujeres y, automáticamente, nosotras “caemos en la trampa” de también hacerlo entre nosotras. Y digo entre nosotras porque no voy a comparar mi cuerpo de mujer con el de un hombre, porque parece que físicamente algunas cosas están más aceptadas en los hombres que en las mujeres. Tal vez habrás escuchado el mito de “la barriguita feliz del hombre”, pero en cambio esto no lo escuchamos de las mujeres...

A la gente le encanta aparentar que lleva una vida feliz, que no tiene problemas y exhibirlo en redes sociales. ¿Son un factor que hay que tener en cuenta hoy día, sobre todo entre adultos jóvenes?

¡Sí! ¡Muy en cuenta! Es imprescindible fomentar desde bien pequeños que “aparentar” solo nos sigue haciendo más daño como sociedad. Hace daño a los demás (sobre todo para aquellos que son capaces de expresar “no, no estoy feliz y tengo problemas” y que pasan a sentirse extraños y fuera de la sociedad), pero también nos hace daño a uno mismo. Si no expreso lo que siento, lo que pienso, si no acepto mis problemas... y lo “escondo”, esto automáticamente tendrá repercusiones en mi estado psicológico y emocional.

Como sociedad, deberíamos empezar a trabajar más sobre la educación emocional y la importancia de mostrarnos al mundo tal y como somos y cómo nos sentimos, pudiendo apartarnos de los “se supone” y de las máscaras que nos ponemos para aparentar.

¿Debemos aprender a querernos para saber querer a los demás?

Así es... Lo que me doy a mí mismo sabré darlo hacia afuera. Si me quiero bien a mí mismo, querré bien a los demás: aceptándolos, con sus virtudes y sus defectos, con sus propias características... Pero cuando a mí mismo no me quiero y no me acepto, ¿cómo voy a tener una relación saludable con otra persona?

¿La envidia puede estar asociada a una baja autoestima?

Podría estar asociada..., pero no es causa-efecto. Además, las generalizaciones en el ser humano nunca son buenas. Puedo tener envidia de algo o de alguien, y eso no significa que seguro que tengo baja autoestima. Al final no es tanto preguntar si es por mi baja autoestima que envidio algo... sino el porqué y para qué.

Una persona puede ser muy válida, incluso guapa, pero si de pequeño lo acosan en el colegio... ¿qué puede pasar?

La autoestima no tiene exclusivamente que ver con mis características físicas. Personas muy exitosas, muy válidas y maravillosas pueden tener una valoración de sí mismas muy negativa, igual que personas con un trastorno psicopatológico pueden evaluarse a sí mismas de una forma completamente distorsionada a la realidad.

Y es que la valoración que hacemos de nosotros mismos tiene mucho que ver con nuestras experiencias previas, con nuestra historia personal, con lo que nos han reforzado de pequeños sobre nuestra personalidad, con las personas que nos rodean... Si de pequeño he sufrido bullying, una parte importante de mí se sentirá insegura y no haré una valoración real de mí mismo. Si de pequeño además mis padres no me han apoyado, o no han reforzado positivamente mi personalidad, puedo sentirme inferior y la valoración de mí mismo también se verá afectada.

A veces las comparaciones se hacen con gente mediocre que ocupa puestos de poder en las empresas.

No sé qué decirte... Porque al fin y al cabo es igual si me comparo con alguien mediocre o con alguien exitoso... el problema es que me estoy comparando. Y compararme con otra persona, con otra genética, con otros zapatos, con otra formación, con otro puesto de trabajo... no es una comparación muy objetiva: es como si estuviéramos comparando manzanas con limones...

¿Cuando uno mismo cambia, puede llegar a sentir que el entorno también cambia?

¡Sí! Y lo sentimos como una especie de milagro. Pero en realidad, es que uno mismo ha cambiado y ello conlleva que la manera de ver a los demás también lo ha hecho. La mirada cambia. Imagínate: es como si durante muchos años hubieras estado llevando unas gafas en concreto... y de repente, tras un cambio personal o un proceso psicológico, te las cambias... ¡Pasamos a ver el mundo, a uno mismo y a los demás, con otras gafas y otra graduación! A mis pacientes muchas veces les digo... “cuando uno cambia, todo cambia”.