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Los 23 de febrero de los ‘descamisaos’ del rapero Pablo Hasél

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Escaparate del Museo de Magia de Kiko Pastur, en Santiago. Foto: Antonio Hernández

Pasaba de las nueve de la noche cuando salí de clase. Llevaba más de cuatro horas seguidas de Teoría Económica en la Escuela de Empresariales de A Coruña, y a mí lo único que me apetecía en ese momento era tomarme una caña con mi amigo y compañero Vicente Robleda.

Nos montamos en su coche y nos dirigimos al centro de la ciudad. Qué sensación más extraña, algo pasa, qué raro que no haya nadie por la calle.

Vicente quitó la cinta de música que tenía puesta y conectó la radio del Seat 1.200 Sport de su hermana.

¡Coño, que han dado un golpe de Estado!

(...)

Seguro que muchos de ustedes también rememoraron esta semana aquella noche de hace ya 40 años. Fueron horas difíciles, de incertidumbre, de miedo, de incredulidad cuando nuestra flamante Constitución tan solo contaba con dos años de vigencia.

Superar aquel momento nos hizo más fuertes, más firmes en nuestras convicciones, más conscientes de qué queríamos para nosotros y nuestros hijos.

Por eso ahora podemos superar y afrontar con serenidad afrentas como la que vivimos estos días con las revueltas en defensa de un inútil como el rapero Pablo Rivadulla Duró, o sea Pablo Hasél, un maleducado, ridículo, violento y antisistema, uno de esos niños emperadores que dieron las nuevas formas de educación que se aplicaron a los millenials.

Menuda desfachatez la de este individuo, que cara dura la de todos aquellos que mediatizan la enorme violencia que ejercen esa panda de descamisaos, como diría acertadamente Alfonso Guerra, que atentan contra los más fundamentales principios de nuestro Estado de derecho y nuestra democracia.

¿Leyeron lo que declaraba esta semana su abogada, Alejandra Matamoros?

Que la celda en la que está es muy pequeña para compartir con otro recluso, que así no hay intimidad, que no es digno y que si le obligan, se podría negar a entrar.

Además, la letrada denuncia una campaña mediática para desprestigiar a este delincuente.

Pero ahí están los hombres y mujeres de Unidas Podemos, defensores a ultranza del derecho al destrozo y el saqueo, al insulto y la amenaza, de la anarquía y el sálvese quién pueda.

Qué vergüenza me dieron las declaraciones de Pablo Echenique, un portavoz parlamentario llamando a la violencia; qué sonrojo me produjeron las palabras de Pablo Iglesias recriminando la falta de control sobre la prensa y los periodistas, pidiendo más controles sobre nuestro trabajo.

¡Eso es libertad de expresión!, esa debe ser la libertad de prensa que promulgan, esa debe ser la democracia que nos quieren regalar a los españoles.

El vicepresidente segundo no debe de conocer aquello de “la prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes”, que dijo el magistrado Hugo Black cuando falló en 1971 a favor de The New York Times y The Washington Post en el litigio por la publicación de los papeles en los que la propia Admistración de Estados Unidos reconocía la inutilidad de la guerra de Vietnam.

Pero lo peor es que sí lo sabe, estoy convencido.

Sinceramente, no sé qué decir, no sé qué responder. Me quedo sin palabras ni argumentos ante tanta estupidez y estulticia. ¡Qué despropósito tan grande!

Y sí, lo mío también es libertad de expresión, un derecho que nos hemos ganado los españoles y que en la inmensa mayoría de los casos se ejerce con sensatez, con lógica, con respeto, sin insultar, amenazar, ni ofender.

Son los derechos que nos dimos con nuestra Carta Magna y que ratificamos venciendo al infame golpe del coronel Antonio Tejero Molina, Alfonso Armada, Jaime Milans del Bosch y otros militares que no comprendieron que el futuro de España estaba en manos de sus ciudadanos, no en las suyas.

Han pasado 40 años, pero la valentía e inteligencia de los entonces jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, y vicepresidente primero del Gobierno y teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, están más vigentes que nunca, un ejemplo de democracia y respeto universal.

Qué necesaria es la historia, cuán importante es recordarla y transmitirla.