Miró-Artigas, cuando la cerámica une deseos

Firmas
Pilar Corredoira

La creación cerámica ha supuesto en determinados artistas una línea de investigación diferente, sosegada, lúdica, próxima a los elementos primarios, tierra–fuego, y en ese aspecto, una de las alianzas que mejor han representado la unión cerámica-arte la han formando Joan Miró (1893- 1983) y el ceramista Josep Llorens Artigas (1892-1980); juntos han logrado altas cotas de originalidad en las obras abordadas, autónomas y diferenciadas del resto de la producción de ambos artistas; algunas forman parte del patrimonio público y están en la retina de miles de personas; quizás la más reconocida es la que crearon para la Terminal 2 del aeropuerto de Barcelona , el enorme mural compuesto por cerca de cinco mil piezas de cerámica; y en el centro de la ciudad el mosaico Plá de l´Os, en el suelo de las Ramblas.

Cuando Miró recibió el encargo por parte del Ayuntamiento de Barcelona, en 1968, propuso hacer tres obras que representasen el espíritu abierto, cosmopolita, adelantado de la ciudad y que sirviesen para recibir con optimismo a los visitantes que llegasen por aire, mar y tierra; se cumplieron entonces sus deseos en las dos primeras y no se llegó a realizar la tercera, que sería una escultura monumental que se ubicaría en el Parque Cervantes, a la entrada de Barcelona; el planteamiento simbolizaba la universalidad de la obra de Miró, su generosidad y espíritu libre, en sintonía con la mentalidad de una ciudad que en aquellos años, se distinguía por su capacidad de apertura al exterior y muchas otras cualidades.

En Miró, la producción cerámica es altamente destacable en el conjunto de su obra y sus primeras creaciones las lleva a cabo en colaboración con su amigo de juventud Llorens Artigas, al que se sumaría después Joan Gardy Artigas, hijo del ceramista. Esa unión les abre todo un mundo de posibilidades; Miró despliega su lenguaje consolidado y sobre los vasos modelados por Artigas vuelca su reconocida iconografía.

Las obras de ese periodo inicial, entre años 1944-1946, son de una intensa pureza; Artigas empleaba métodos artesanales, algunos ya usados por los antiguos griegos, rechazando la comodidad de los hornos eléctricos, y en cuanto a Miró, las condiciones de la cerámica alteran profundamente el trazo, asimismo los colores, que se vuelven más brillantes e intensos, aunque los temas y las figuras de su vocabulario se mantienen; los soles, los pájaros, las estrellas, experimentan transformaciones a raíz de la naturaleza del nuevo medio.

La obra resultante de esa cooperación creada en un agradable clima de amistad es extensa y variada: vasos, platos o placas rectangulares o de forma irregular tienen distintas concepciones, en cuanto a colorido, grafismo, materia, y en las construcciones monumentales los elementos se ensamblan, modelados y cocidos separadamente.

Los murales del Sol y la Luna, pensados conjuntamente para la Unesco de París (1958) y por los que Miró recibe el Premio de la Fundación Guggenheim, plantearon a los artistas serias dificultades por las dimensiones y la resistencia que precisarían al estar en un espacio al aire libre; años después, para su protección se trasladarán al interior del edificio.

Entre los motivos inspiradores, se encuentran las pinturas rupestres de Altamira, los frescos románicos catalanes, las formas orgánicas del Parque Güell, los elementos arquitectónicos y escultóricos de la terraza de la Pedrera de Gaudí; anteriormente ya habían acometido otros proyectos, para la Universidad de Harvard (1951) y la Fundación Maeght de Saint Paul de Vence (1964).

La última obra escultórica que Miró diseñó y revisó personalmente, aunque no llegó a inaugurar, completa el deseo de estar presente en la vida y ajetreo de su ciudad natal; realizada, con Joan Gardy Artigas, Dona i Ocell (Mujer y pájaro, 1983) fue planteada por el artista para su ubicación en el Parc de l´Escorxador, actualmente, Parque de Joan Miró; es una pieza de más de veinte metros de altura, que se dirige al cielo, en cemento y revestida de cerámica, ubicada en un lugar eminentemente urbano, próximo a la Plaza de España, su presencia en el paisaje ciudadano trae a la mente la intemporalidad de Miró y su homenaje a Gaudí.