Napoleón o la personificación a través del arte

Firmas
Pilar Corredoira

la figura de Napoleón Bonaparte (1769-1821) se vuelve a recordar en estas fechas cuando se cumple el bicentenario de su muerte en el destierro, en la isla de Santa Elena, mediante una ambiciosa exposición, que revive en la Grande Halle de la Villette en París su mítica existencia y crea un guión en el que todo un conjunto de objetos excepcionales de su cercanía, pinturas, esculturas, mobiliario, piezas militares, aproxima al conocimiento de uno de los personajes más controvertidos del siglo XIX.

De su biografía, de las luces y las sombras, se destacan sus orígenes, la llegada al poder como gran estratega militar republicano, durante la Revolución francesa y el Directorio, las campañas en los Países Bajos, Alemania, Italia, norte de África y España, la entronización como emperador y otros aspectos destacables de su personalidad, como lo eran su desmesurado afán por la trascendencia que personificó a través del arte, del que se sirvió para acuñar su poderosa imagen; la mejor versión la ha dado su pintor de cámara Jacques Louis David (1748-1825), en las obras Napoleón cruzando los Alpes (1801), Retrato de Napoleón en su gabinete de trabajo (1812); aunque no fue el único que se ocupó de inmortalizarlo; lo harían igualmente Pierre Narcise Guerin, Jean-Baptiste Isabey, Antoine Jean Gros, ilustrando a modo de crónica, momentos destacados de sus expediciones militares.

Bonaparte se valió de los saqueos efectuados a los países vencidos, con el pretexto de concentrar en la capital de Francia un patrimonio europeo, unificado para disposición del pueblo; sin embargo, una gran parte de los tesoros requisados pasarían, a su ámbito privado, para el disfrute de los mismos por parte de Josefina de Beauharnais- Bonaparte (1763-1814). Con todo, en su tiempo, se sentaron los cimientos de la Francia moderna, y esa existencia de gloria y tragedia, se reconstruye simbólicamente.

En la presentación se incluye su vida privada en la que tiene un lugar sustancial Josefina, ávida coleccionista e interesada especialmente por la escultura de su tiempo; el italiano Antonio Canova fue uno de los artistas de su predilección junto a Percier y Fontaine, quienes restaurarán en 1801 el castillo de Saint Claude; entusiasta de la escultura de raíces clásicas, su pasión por las artes, antigüedades, mobiliario, botánica, harán que llegue a contar con una gran colección, de cientos de obras, mosaicos, vasos griegos, estatuas antiguas de Pompeya y Herculano cuidada e inventariada por conservadores; llegó a reunir una considerable cantidad de cuadros, pinturas, dibujos y miniaturas de otras etapas de la historia y se ha reconocido la cercanía en el seguimiento de aquellos artistas de su tiempo que gozaban de su preferencia. El gusto por la pintura se extiende a épocas anteriores, que van más allá del neoclasicismo imperante y para sus retratos recurrirá al encargo a otros creadores: Appiani, Gros y Prud-hon que la reflejan en todo su esplendor, en pinturas en las que hace gala de su gusto por la moda y los adornos, acuñando su propio estilo el Imperio. En La coronación de Napoleón, (1805-1808) Jacques Louis David, le otorga un mayor protagonismo en la escena, y esa distinción levantaría entonces suspicacias en su entorno.

En cuanto a los monumentales botines de guerra expoliados por Napoleón, con la caída del régimen algunas de esas obras volvieron a sus lugares de origen; en 1816, Italia recuperó históricas piezas del ingente robo sufrido, entre ellas el grupo escultórico de Laocoonte, el Apolo Belvedere, obras diversas del Renacimiento, de los pintores Rafael, Tintoretto, Veronese. Y entre las miles de piezas sustraídas al patrimonio español durante la Guerra de la Independencia, se encontraban todo tipo de objetos artísticos, provenientes de conventos, monasterios, colecciones reales o particulares, piezas de Velázquez, Murillo, Alonso Cano, Francisco Pacheco del Rio, Van Dick ... un extenso número de obras que no fueron recuperadas en su totalidad.

En estos tiempos, todo parece indicar, que se está despertado una renovada conciencia en el sentido de reparar aunque sea de un modo testimonial y en contados casos ese tipo de daños; en 2020, el Senado francés aprobó el retorno a Senegal y Benín, de una serie de piezas de arte africano que fueron expoliadas y esa corriente está cobrando fuerza; recordemos las devoluciones recientes a los descendientes de los propietarios originales, de obras correspondientes al “expolio nazi”, que estaban en colecciones públicas.