Rosa Elvira Caamaño, particular perspectiva del Camino de Santiago

Pilar Corredoira

ROSA ELVIRA CAAMAÑO es una pintora de acusada personalidad cuyos principios parten de una firme vocación que la lleva al mundo del arte y a la consecución de una honda formación académica que pasa por la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, completada con el adiestramiento en el taller del pintor Pedro Mozos y las enseñanzas de Bernardino de Pantorba, sumadas a otras numerosas experiencias que tienen como razón el universo de la pintura. Ha investigado sobre la vida y obra del artista Serafín Avendaño, del que ha hecho sus tesis de doctorado, ha ejercido la docencia, la investigación y se ha detenido a estudiar la pintura española del siglo XIX, en un tiempo en que esa etapa había caído en un relativo olvido.

Siguiendo sus intuiciones se acercó a los maestros del Renacimiento. En Urbino conoció in situ los orígenes de Rafael Sanzio y Timoteo Viti, profundizando en aspectos desconocidos de esa fase. De la pintura pompeiana, de su luz, color, sentido funcional y acento poético se ha nutrido su obra, realizada con firmeza y convicción.

Las extensas temporadas pasadas en Italia la han familiarizado con su cultura y costumbres, y se ha sumergido con total afinidad en su riqueza patrimonial, en contacto directo con aquellos artistas con los que se identifica, fuesen del pasado o del presente, sin detenerse en el tiempo, sean o no de su generación y fijando sus intereses en la pintura de carácter realista, que en su caso deriva hacia un personal realismo mágico, de especial enfoque, totalmente atemporal y especialmente autobiográfico.

Una de las llamativas características que refleja su obra es el sentimiento de libertad, y es preciso conocer esa condición para un mejor acercamiento a ella, resultado de la capacidad creativa y de refinadas técnicas pictóricas. Esa base sólida potencia los temas elegidos con total sinceridad, generalmente escenas de significado simbólico, imaginativas figuras humanas, animales domésticos, que conviven en feliz armonía en paisajes idealizados, entre flores y plantas, juguetes, estatuas, ángeles y objetos del mundo de los recuerdos.

Desde esa atalaya de las añoranzas, los orígenes lucenses de Rosa Elvira Caamaño tienen un importante peso en sus motivaciones, situadas en un tiempo: la infancia, y un lugar: Meira, por cuyas tierras transcurre el Camino Francés, nace el Miño y en su plaza principal se erige la iglesia románica cisterciense de Santa María; por esas circunstancias es posible que allí naciera en la pintora el interés por descubrir toda la riqueza iconográfica que guardan los monumentos que guían el itinerario xacobeo.

La sensibilidad de los anónimos artesanos, todavía viva en las esculturas de los edificios que marcan el Camino, ha servido a Rosa Elvira Caamaño de inspiración para la creación de una serie de pinturas al óleo y dibujos al pastel, que recogen a modo de crónica un peregrinaje por aquellos puntos que más le han interesado; una sucesión de imágenes entre las que se encuentran las dedicadas al Apóstol Santiago, situadas en la Torre de Saint Jacques en París y del Pórtico de la Gloria, el Pantocrátor de Santiago de Carrión de los Condes o las que aluden a los peregrinos y la búsqueda de la espiritualidad a través de los jardines.

De ese tema difícil de enlazar y cohesionar, que ha resuelto adecuándolo a su propio estilo, quedan a modo de constatación las creaciones incluidas en la exposición Imaxes de Pedra, en el Museo de las Peregrinaciones, incorporada al calendario de celebraciones del Xacobeo 2021.

El hilo conductor lleva a la consideración, a la reflexión en torno al Camino como viaje emocional y visual, por medio de figuraciones de naturaleza escultórica y la relación con sus correspondientes monumentos, reunidas en una primera parte que transcurre de París a Compostela. A la vez, complementaria con una segunda referida al Paraíso, objetivo de los peregrinos, significada en la representación de jardines que parecen evocar los que describen los escritos bíblicos, también los medievales y renacentistas.

En plantas y flores que simbolizan el ideal de belleza, asimismo de virtud del ser humano. En esa confluencia se integra la particular perspectiva que ofrece la pintora y su interpretación del Camino de Santiago, a partir de la mitología, la historia, la religión, la tradición y el arte.