Vecinos del valle del Ulla se movilizan contra la implantación masiva de viñedos de albariño

Recogen firmas para pedir a la Xunta que no subvencione este monocultivo industrial

Refieren daños para otras actividades agrarias, pérdida de biodiversidad y contaminación

Plantaciones de viñedos para producción de albariño en intensivo en la ribera del Ulla

Plantaciones de viñedos para producción de albariño en intensivo en la ribera del Ulla / BERNABÉ/ANTÓN FONDEVILA

Xan Salgueiro

Vecinos de ambas orillas del río Ulla a su paso por Vila de Cruces, Silleda, Vedra, Boqueixón y Touro se muestran muy preocupados al ver la transformación que está experimentando su valle en los últimos años ante el avance del monocultivo intensivo de viñedo para la producción industrial de albariño. Por eso, se han unido en un grupo denominado Sí a un rural vivo, han lanzado un manifiesto y han emprendido una recogida de firmas para pedir a la Xunta de Galicia que deniegue todas las nuevas solicitudes de talas de masas forestales para su transformación en viñedos, pues las realizadas “ya son excesivas”, que no subvencione más plantaciones de este tipo en el valle y que proteja el entorno de los núcleos rurales y las explotaciones sostenibles, así como los humedales y las riberas fluviales. Los escritos, disponibles en la farmacia de Gres y el bar A Plazuela de Camanzo, están dirigidos a las consellerías de Medio Ambiente y Medio Rural y a Augas de Galicia.

El monocultivo intensivo de viñedo en esta subzona de la Denominación de Origen Rías Baixas comenzó en la parroquia de Donas (Boqueixón) y se ha ido extendiendo valle arriba hasta Brandariz (Vila de Cruces). Su avance se ha llevado por delante bosques de pinos, carballos o castaños y cultivos tradicionales de trigo, patata, maíz, vid o frutales. “Asistimos a una alarmante transformación de nuestro territorio; grandes superficies de masa forestal, del mosaico agropecuario y de los terrenos que rodean nuestras casas se están convirtiendo en explotaciones intensivas de viñedo”, lamentan desde Camanzo.

Cartel contra los monocultivos en Gres

Cartel contra los monocultivos en Gres / BERNABÉ/ANTÓN FONDEVILA

El número creciente de este tipo de intervenciones produce “una acumulación de impactos ambientales sinérgicos que se intensificarán en el futuro con la explotación de estos cultivos”,advierten. Su manifiesto recoge las principales consecuencias negativas, empezando por la pérdida de masas forestales y la intensificación de los efectos del cambio climático, pues los cultivos leñosos de vid están entre los que más favorecen la erosión del suelo. Ponen como ejemplo lo que sucedió en Donas: la transformación de terrenos forestales en viñedos “sin ninguna cautela ambiental” llevó a que se perdieran grandes cantidades de tierra por la erosión hídrica y a que secaran varios manantiales.

Otro de los males es la contaminación por productos fitosanitarios, profusamente empleados en la producción vinícola industrial, y más en una zona como la del Ulla: “Aquí son necesarios hasta veinte tratamientos de funcigidas al año para evitar pérdidas en las cosechas, frente a los doce que, como máximo, se precisan en O Salnés”, dicen. Estos productos químicos se esparcen por el aire y el suelo, llegando a las aguas empleadas para abastecimiento y afectando a la salud de los seres humanos y los animales.

Además, el monocultivo de albariño pone en riesgo la continuidad de otras actividades agrarias. Las ganaderías, por ejemplo, ya sufren problemas de disponibilidad de pastos y de terrenos para cultivo de cereales que no estén contaminados por la aplicación de fitosanitarios.

Otra consecuencia es la pérdida de biodiversidad, ejemplificada por la desaparición de aves como la pica das árbores (Anthus trivialis), la cotovía o alondra totovía (Lullula arborea) o el picanzo vermello (Lanius collurio). Además, los fitosanitarios acaban en manantiales y lechos fluviales, afectando a los hábitats y especies acuáticas que se pretenden proteger en la Zona Especial de Conservación (ZEC) Sistema Fluvial Ulla Deza, de la Red Natura 2000.

“Nos vemos indefensos ante unos pocos inversores externos con ayudas públicas”

Los vecinos se ven “indefensos” ante unas intervenciones con las que “unos pocos inversores externos con ayudas públicas persiguen sacar el máximo rendimiento económico de estas tierras”. Eso sí, dejan bien claro que no están en contra de “las familias que de alguna manera viven del cultivo de la uva de albariño ni es un ataque a su fuente de ingresos”. Al contrario, estos cultivos, por lo general de pequeña entidad, “son sostenibles, pues es asumible el consumo que requieren de agua, y sus patrones de plantación no están muy próximos unos de otros, lo cual genera pequeñas zonas de aliviadero de la actividad e islas de biodiversidad”. “No estamos contra ellos, sino con ellos”, insisten los promotores del manifiesto contra la implantación masiva de viñedos de albariño, que aluden a otro problema añadido: “El aumento de la producción de uva irá depreciando su valor de mercado y hará que el precio toque un techo donde no será una actividad rentable para las pequeñas bodegas y productores”. También salvan de sus críticas a la bodega Castro Brey, “que lleva ya tiempo en el valle y no promueve el tipo de plantaciones salvajamente industriales”. Su lucha es contra “la explotación abusiva y monovarietal del terreno, con el consiguiente abuso de los recursos hídricos y de fitosanitarios”.