Estreno en Filmin

’20 días en Mariúpol', el retrato del asedio ruso en toda su crudeza: “Las guerras no empiezan con explosiones, empiezan con el silencio”

El  filme ganó el premio del público en el pasado festival de Sundance, ha sido considerada una de las mejores películas del año, está preseleccionada al Oscar en la categoría de documental y se estrena hoy en España la plataforma Filmin

Un carro de combate ruso en Mariúpol.

Un carro de combate ruso en Mariúpol. / EP

Quim Casas

Las primeras imágenes de ’20 días en Mariúpol’ están tomadas desde la ventana de un edificio que a duras penas se mantiene erguido en la destrozada ciudad ucraniana. Las imágenes están grabadas por el reducido equipo de periodistas y cámaras dirigido por Mstyslav Chernov. Lo que muestran en la calle son varios tanques rusos con la infausta letra Z pintada en sus corazas. De repente, el cañón de uno de esos tanques empieza a girar y elevarse en dirección a la ventana desde la que está siendo filmado. La acción, como en un relato de anticipación, se detiene aquí y el filme vuelve atrás, 20 días en el tiempo, hasta la primera de las jornadas del asedio ruso a la ciudad.

 De esta forma tan contundente, subrayada por una música digamos que inquietante, empieza ‘20 días en Mariúpol’, filme que ganó el premio del público en el pasado festival de Sundance, ha sido considerada una de las mejores películas del año, está preseleccionada al Oscar en la categoría de documental y estrena hoy en España la plataforma Filmin. Su director, Mstyslav Andriyovich Chernov, es un cineasta, fotoperiodista, corresponsal de guerra y escritor ucraniano que ya había cubierto los conflictos en Siria e Irak, la revolución ucraniana de Maidan y la guerra en Donbas. Experto sobre el terreno, decidió viajar hasta Mariúpol pocas horas antes de que estallara el conflicto. Por la cobertura que hizo de los primeros 20 días de asedio a la ciudad recibió el Premio Pulitzer al servicio público, entre muchísimos otros galardones.

 Buena parte de estas imágenes surtieron a los noticiarios televisivos de todo el mundo para contrarrestar la fraudulenta información del gobierno de Vladimir Putin, que argumentaba que no había objetivos ni víctimas civiles en su ataque a la ciudad. En un momento que refleja como pocos la hipocresía humana, el embajador ruso declara ante unos periodistas que esas imágenes son falsas, puras recreaciones, fruto de la guerra de la desinformación. Son imágenes de niñas de cuatro años falleciendo en el quirófano de un hospital, de mujeres refugiándose en un pasillo ante un bombardeo o las de las embarazadas siendo evacuadas de un centro pediátrico en llamas tras el enésimo ataque a objetivos civiles. Si una imagen vale más que mil palabras, este documental se convierte en la más cruda y veraz de las crónicas.

 Consciente del material que tenía entre manos, Chernov decidió darle la forma de un largometraje documental coproducido por la Associated Press, organismo del que forma parte el director. Tras la imagen amenazante del tanque que apunta hacia el equipo de rodaje, el filme regresa en el tiempo hasta el primer día del asedio, el 24 de febrero de 2022. Poca gente en las calles. Silencio absoluto. “Las guerras no empiezan con explosiones, empiezan con el silencio”, comenta el director. Lo que sigue es la crónica, a veces no apta para según que sensibilidades, de los primeros 20 días del ataque indiscriminado. Mariúpol cayó en manos rusas el día 86.

 Situada al sur de Ucrania, a 50 kilómetros de Rusia, Mariúpol es la puerta hacia Crimea, una ciudad industrial con un gran puerto. Un lugar estratégico. Así que todo el mundo sabía que sería uno de los primeros y principales objetivos de la invasión orquestada por Putin. Una lucha desigual, como atestiguan las imágenes. ¿Hay un montaje ideológico de las mismas? Cierto, como ocurre en casi todos los documentales de guerra u otros temas. Esa imagen aparentemente neutral no está exenta de un discurso, de una orientación. En el caso del trabajo de Chernov se trata exclusivamente de capturar esa lacerante realidad que las fuentes propagandísticas del gobierno ruso llegaron a contrarrestar diciendo que se trataba de una escenificación con extras y figurantes.

 De este modo asistimos a la búsqueda de refugios seguros cada vez que se escucha el rugir de los cazas rusos: decenas de personas se esconden en un gimnasio y colocan cinta adhesiva en los espejos para que se rompan en los menos pedazos posibles. O a la escena atroz en la que unos enfermeros intentan de forma estéril reanimar a una niña de cuatro años mientras el doctor le pide a Chernov que grabe los ojos de esta niña y se los enseñe a Putin. O el plano de un hombre abrazado a su hijo muerto en una camilla. O los efectos de las bombas en el centro de maternidad. También la irracionalidad que toda guerra provoca: durante los saqueos a la ciudad, una mujer le pregunta a un individuo por qué narices está robando una pelota de fútbol.

 “La guerra es como una radiografía. Las entrañas humanas salen a la luz” le dijo un médico a Chernov en pleno conflicto. La de los soldados, la de los supervivientes, la de los saqueadores y la de los políticos que ordenan ataques y siguen negando los crímenes de guerra pese a las evidencias filmadas.