Los apicultores gallegos, contra las cuerdas: "El 50% de las explotaciones no resisten dos o tres años"

Lo que perciben por la miel a granel, 3,40 euros el kilo, "no cubre ni los costes de producción" // Al mismo tiempo, el precio del alimento y de los envases se duplicó // Velutina, alza del combustible o competencia china amenazan su futuro

Colmenas de abejas en una explotación gallega

Colmenas de abejas en una explotación gallega / cedida

La burocracia, el exceso de normativa medioambiental o los precios de la leche o la carne en origen son las cuestiones que habitualmente centran el foco en el campo gallego. Sin embargo, hay otras actividades, como la apicultura, que viven, a juicio de los profesionales, una situación crítica. Tanto es así, que ya hay quien vaticina que “el 50% de las explotaciones no creo que resistan más allá de dos o tres años”.

Son palabras de Xurxo Domínguez, presidente de la Asociación de abelleiros da Baixa Limia, en Ourense, y propietario de 330 colmenas, que dibuja una fotografía compleja: “El coste del kilo de alimento para las abejas se duplicó, hasta los 2 euros, mientras la miel a granel, que se estaba pagando a 4,80 se desplomó hasta los 3,40 euros”, relata. “Al ritmo al que vamos va a valer más el azúcar que la miel”, zanja.

Un escenario que coincide con la percepción de Fernando Fernández García, de Lalín, que con una trayectoria de más de 12 años en la apicultura posee 400 colmenas que producen entre 5.000 y 9.000 kilos al año, “según la climatología”, y que pertenece a la cooperativa arzuana Erica Mel. “Es difícil cuantificar lo que cuesta producir un kilo de miel, pero está por encima de los 3,40 a los que se vende a granel”. “El apicultor que no vende su producto a particulares o a tiendas tiene que hacerlo a granel a tres o cuatro envasadoras, ahí es donde está el problema”. Al por menor, señala, se suele vender “entre los 9 o 10 euros”.

“Los envases pasaron de 0,28 euros a 0,70 si se compran en palé, una subida del 120 o 130%, a lo que hay que añadir la subida del alimento, el líquido y lo que se gasta en trampeo”, señala a su vez José Manuel Alfonso, de As Neves (Pontevedra) con 120 colmenas que producen alrededor de 2 toneladas al año. Antes de los voraces incendios que asolaron la comarca de Condado-Paradanta, llegó a producir 5 toneladas, “pero a partir de los fuegos me costó mucho recuperarme”, señala.

Además, estos años se añade la amenaza de la Velutina, que afecta a la producción pues provoca que las abejas no estén activas durante meses, ya que se ponen delante de las colmenas asediándolas y les bloquean la salida. “Hay zonas en las que se pasan hasta dos o tres meses sin poder salir por alimento para ellas ni para las crias, ni por agua, es algo que las perjudica mucho”, dice Fernández. “Entre la influencia del cambio climático y la velutina se pasó de producciones sostenidas de 20 kilos de miel por colmena a menos de 10 kilos”, ratifica Domínguez.

A pesar de las dificultades, por ahora no es imposible vivir únicamente de la producción de miel en Galicia, aunque depende también de si el profesional tiene canales de comercialización para vender ese producto envasado y no tiene que depender de venderlo a granel. “Si tiene una cantidad de colmenas grande, alrededor de 300 o 400 sí puede vivir”, opina Fernando Fernández, quien sitúa la media de una explotación profesional en Galicia “en 300 colmenas”.

El gasto en combustible es muy importante y decanta mucho la balanza para ver si es rentable o no la explotación, señala Fernández: “Hay gente que tiene las colmenas a 100 o 150 kilómetros de donde reside y tiene que desplazarse para ver los apiarios. Hay personas que viven en Santiago y tienen las colmenas en Serra do Caurel”. Y es que, tal como afirma, a las abejas también les influye el medioambiente, que no haya demasiados plaguicidas en el aire es fundamental, por lo que se llevan a lugares donde no haya tanta contaminación, “aunque eso lleva a tener que desplazarte después”.

Con todo, residir en una urbe no siempre es un problema, tal y como lo ve Xurxo Domínguez. También puede tener sus ventajas: “No es lo mismo intentar vender la miel por tu cuenta en el rural que una ciudad. En Bande (Ourense) hay un abelleiro en cada aldea y en la comarca viven 9.000 personas. Todo el mundo tiene un familiar que tiene un abelleiro. Supongo que me sería más fácil vender directamente al consumidor final si viviera en Vigo, A Coruña o Santiago”, analiza.

A mayores, la Ley de Cadena Alimentaria, que impide que el precio de venta esté por debajo de los costes está pasando “desapercibida”, cree Fernández. Una situación que se suma a la caída de poder adquisitivo, que hace que el cliente de los supermercados y grandes cadenas optepor elegir productos de bajo coste, como miel china, “donde los precios son más baratos porque la calidad es ínfima”. “Muchas veces ni es miel, son siropes o mieles que no pasan los controles que se pasan aquí”.

Etiquetaje claro y conciso

Los tres apicultores consideran que la UE tiene “mucha culpa” de esta competencia exterior, porque “se puede mezclar un 1% de miel de Europa con un 99% de miel de China, que no pasa ningún tipo de control de la UE, como mezcla de mieles”. En esta línea, Fernández subraya que el origen tiene que ser “muy claro” y si hay una mezcla de mieles debería especificarse el porcentaje, algo en lo que coincide Domínguez. “Lo único que garantiza 100% que sea miel gallega es la contraetiqueta de la IXP Mel de Galicia, porque ahí sí que hay controles. Es el único organismo que controla que la miel sea de aquí”. José Manuel Alfonso reclama que los etiquetajes sean “claros y concisos”, además de que se fomente el producto de proximidad, “pues sin desmerecer a nadie en Galicia tenemos una miel espectacular”. También pide que se haga más pedagogía hacia el consumidor sobre la importancia de la calidad del producto que va a comprar.