Elecciones vascas

El PNV aguanta el tirón pero el auge de Bildu marcará una legislatura más soberanista

El PNV solo se salva en Vizcaya, su feudo natural, pero es sobrepasado por los abertzales en Álava y Guipúzcoa

La coalición con el PSE y el auge del soberanismo y de la izquierda empujarán a Pradales a navegar en el equilibrio permanente los próximos cuatro años

La prioridad del PNV es reeditar el pacto con el PSOE

Vídeo: AGENCIA ATLAS

Elena Marín

El PNV respira hoy aliviado gracias a 20.590 votos. Son los que ha ganado respecto de las elecciones de 2020, los que le permiten resistir y seguir al frente del Gobierno vasco cuatro años más gracias a superar en votos a Bildu (apenas 29.000 por encima). Pero desde hoy comienza una legislatura en la que permanentemente va a tener que estar mirando a los lados. Ya no es el único partido con posibilidad de sentarse en Ajuria Enea. A Bildu le ha faltado muy poco para rematar, pero su ascenso triplica al de los jeltzales y va a hacer que eso se note en los próximos cuatro años.

Mientras el futuro lehendakari, Imanol Pradales, ha conseguido salvar los muebles activando por la mínima a los suyos, el desgaste de su partido es evidente. Lleva cuatro convocatorias electorales a la baja, da igual que las municipales, autonómicas y generales no sean comparables, lo relevante es que mientras ellos han ido poco a poco perdiendo espacio, lo han hecho a costa de cedérselo a Bildu. Pello Otxandiano y la estrategia de esta nueva Bildu, que está por ver si lo es tanto, han elevado en 92.155 votos la representación de la izquierda abertzale en las elecciones autonómicas. El PNV ha ganado, pero en la comparativa es evidente que sale perdiendo.

Los jeltzales solo se han salvado en Vizcaya, su feudo natural. Y los de Arnaldo Otegi se encargaron la misma noche electoral de intentar orillar al padre en este territorio intentando ampliar el foco y la "contabilidad nacional". La cuestión identitaria y la independencia habían quedado premeditadamente relegadas, que no desaparecidas, en la campaña, pero según se cerraron las urnas Otegi se lanzó a hablar de las siete provincias vascas, enarboló la bandera de Pamplona y presumió ante los suyos de ser la fuerza más votada en la suma de estos territorios. El PNV, quería mostrar Otegi a los suyos, tiene un espacio cada vez más pequeño porque ellos se lo están comiendo. Pero hasta que no consigan hacerse con este territorio parece difícil que puedan asestar el golpe final.

Guipúzcoa y Álava, claves para Bildu

En la Euskadi real, la de las tres provincias, Álava y Guipúzcoa han mostrado que la estrategia de Bildu de moderación, de centrarse más en la gestión, ha funcionado. En Guipúzcoa queda aún un escaño en el aire que no estará claro hasta que este viernes se haga el recuento del voto exterior, pero aquí la pelea está entre Bildu y PSE, que son quienes se han disputado en este territorio el voto de la izquierda no nacionalista. Queda la incógnita de saber si el patinazo de Otxandiano con ETA ha servido para que el PSE ganara aquí un escaño más. El PNV ha quedado arrasado. Apenas un punto de diferencia le distanciaban de Bildu hace cuatro años, desde ayer son 10 (31,7% frente a 40,2%). El PNV confiaba en que que el desfase no fuera tan amplio, pero de poco han servido aquí sus esfuerzos, a pesar de que en este territorio los abertzales siempre han tenido enfrente a un peneuvista de los que no hacen ascos a la independencia. Esta vez, la campaña paralela del histórico Joseba Eguibar no ha logrado para la sangría.

En Álava el golpe es quizás mayor por lo que representa esta región. Aunque ha sido un territorio volátil, con resultados muy dispares y que ha dado la victoria a distintos partidos en función de la convocatoria, el mundo abertzale no había tenido históricamente peso. Pero Bildu se sabía fuerte en la capital, donde ganó en las municipales, y ha apostado fuerte por la campaña aquí. Le ha salido redondo. El PNV de Pradales apenas ha conseguido sumar 900 votos más; Otxandiano y su llamamiento al cambio, más de 14.000, aunque en escaños se ha traducido en que los jeltzales bajan dos y los abertzales ganan dos.

Con este panorama, la legislatura se presenta estable porque con la mayoría absoluta que suman PNV y PSE podrán sacar adelante sus proyectos, pero el PNV, ese partido que fuera de Euskadi no se entiende si es de derechas o de izquierdas o todo lo contrario, tendrá que hacer equilibrios para hacer permanentes guiños a un electorado que ha dicho dos cosas en estas elecciones: Euskadi quiere más soberanismo y más izquierda. Eneko Andueza, el otro exultante ganador de la noche, se ha hecho más fuerte mejorando sus resultados y garantizando con una subida de dos escaños el gobierno liderado por Imanol Pradales, ya se verá si con él como vicelehendakari. Y se ha ganado la confianza de 27.412 votantes más con un discurso hostil a las "aventuras" independentistas de EH Bildu.

Encontrar el equilibrio

A Pradales no le va a quedar otro remedio en esta legislatura que ceder ante políticas públicas más progresistas a petición del PSE, no solo porque necesita su apoyo y es la condición que los de Andueza ya han puesto sobre la mesa para la nueva coalición, sino porque puede ser una manera de ir amansando a los votantes que ha ganado Bildu y que no son necesariamente independentistas.

Esta será la legislatura en la que se ahondará también en el autogobierno. El PNV pactó con Pedro Sánchez profundizar en la bilateralidad, en reconocimiento nacional de Euskadi y en el avance de nuevas competencias para el País Vasco. Esto está ya por escrito y es muy poco viable que el PNV renuncie a nada de lo pactado cuando Bildu se ha propuesto agitar este debate en los próximos cuatro años.

El PNV respira tranquilo, sí, pero no puede relajarse. Esta tarde las tres formaciones, PNV, Bildu y PSE reúnen a sus ejecutivas para un análisis más pausado de los resultados. Los de Otegi, a partir de ahora quizás los de Otxandiano, han hecho una apuesta a medio largo plazo, con 2027 en el horizonte, y de momento les está saliendo bien. Pradales y el próximo Euskadi Buru Batzar (la dirección del PNV), cuya renovación está prevista para los próximos meses y en la que se espera una renovación generacional, igual que entre los miembros del Gobierno vasco, tendrán que lidiar con el equilibrio permanente: mantener su vertiente soberanista para que no se le eche encima Bildu pero sin pasarse para que el PSE siga de su lado, y apostar por políticas de carácter progresista que contenten al PSE y a parte de la base social de la izquierda abertzale sin asustar a los más conservadores. De momento, lleva 40 años haciendo exactamente esto.