Cinco centenarios gallegos destapan sus secretos para vivir un siglo... y más

Comparten los secretos de su longeva existencia

Imagen de una persona de avanzada edad

Imagen de una persona de avanzada edad / Esteban Delaiglesia

Raquel Fernández/EFE

Carolina tiene 100 años, José María otros tantos, Eustaquio 101, Esperanza 106 y Dolores 107. Todos ellos forman parte del exclusivo club de los centenarios que en España integran, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes al 2022, hasta 19.639 personas.

Maestros una de la repostería, otro de la ebanistería, otro de la ganadería, una aficionada al baile y ya la última a los sudokus. Este quinteto de centenarios gallegos comparte con EFE los secretos de su longeva existencia.

José María Marful sostiene un recuerdo en su casa natal en Lourenzá

José María Marful sostiene un recuerdo en su casa natal en Lourenzá / EFE/ Eliseo Trigo

José María Marful: "siempre en activo y luchando con la vida"

José María Marful celebra como uno de sus mayores logros de vida el haberse vuelto hace años “otra vez a España”, en concreto, a su tierra natal en Lourenzá (Lugo). Allí hace tan solo un mes soplaba las velas del siglo rodeado de los suyos, pero también de otras dos de sus perdiciones: sus frutales y la ebanistería.

“Me siento para comer al mediodía y hasta que ceno estoy entretenido con mis cosas”, detalla. Y es que un torbellino de vitalidad como el que corre por sus venas no entiende de “ningún secreto” aparte de estar “siempre en activo” y “luchando con la vida”.

Desde los 9 años tuvo que trabajar, primero para arrimar el hombro en casa, luego para sobrevivir dedicándose a la carpintería y finalmente para sacar a su familia adelante emigró a Alemania. De ahí que lance como consejo el estar "siempre preocupándose por el trabajo”, pero sin olvidar “divertirse”.

Carolina Viaño, natural de O Pino

Carolina Viaño, natural de O Pino / EFE/Lavandeira jr

Carolina Viaño: "comer bien"

Para Carolina Viaño, natural de O Pino (A Coruña) y a medio camino entre los 100 y los 101, su casa es ese refugio donde cada día hojea los periódicos y recupera esas recetas reposteras que aún conserva de todos esos años en los que trabajó como panadera.

Desde aquellos tiempos, tiene la sensación de que el mundo “cambió mucho”, aunque reconoce que, sea como fuere, no merece la pena agobiarse por las incertidumbres del existir porque a fin de cuentas “quién sabe lo que viene”.

Como es propio de la edad, oye un poco mal, pero eso no le impide disfrutar de una buena conversación en la que rememorar cuentos de los de antes. Entre risas confiesa que no tiene claro si existe una fórmula para llegar a centenaria, más allá de “cumplir muchos años” y “comer bien”, se ríe. Eso sí, para superar su marca actual recomienda con astucia a las generaciones más jóvenes “vivir bien” y “trabajar poco”.

Eustaquio Pérez a sus 101 años

Eustaquio Pérez a sus 101 años / EFE /Brais Lorenzo

Eustaquio Pérez: "nunca tomé medicinas"

En el interior de Ourense, también conocida como la Okinawa gallega, la provincia presume de uno de los ratios más significativos de habitantes centenarios. Uno de ellos es Eustaquio Pérez, quien a sus 101 años -en septiembre cumple 102- sale todos los días al monte con la veintena de ovejas que cuida a diario.

"Esto es un regalo. Mi vida es trabajar. Me levanto sobre las cuatro o cinco de la mañana, desayuno un cazo de café con leche, pan y azúcar, y después ya cuando se hace de día bajo a la cuadra y saco a las ovejas", explica este vecino de Quintela de Leirado que convive con su mujer.

Tras esa rutina incesante, asegura que cuando llega a casa "comer, dormir y descansar" son prioridad hasta que a última hora vuelven las ovejas a la cuadra.

¿El secreto de su buena salud? "Nunca tomé medicinas, a veces tengo algún dolor de cabeza o de estómago, pero desaparece", detalla, aunque reconoce que ahora, con las primaveras que acumula, alguna que otra medicación sí le prescriben.

Esperanza Cortiñas

Esperanza Cortiñas / EFE/Alberto Sxenick

Esperanza Cortiñas: "bailar mucho y echar la partida de cartas"

Esperanza Cortiñas no cree que haya ningún secreto para llegar a soplar las 106 velas como hizo ella el pasado diciembre. Goza de salud y su memoria está intacta. Su único hándicap es que últimamente tiene que andar "con cuidado de no caerse", incluso estando en casa.

No obstante, a esta vecina del barrio de A Ponte (Ourense), eso no le priva de seguir viajando.

"Hace poco fui con mi hija a París", cuenta. No era la primera vez que cogía un avión. Aún así, le sorprendió ver a bordo únicamente a "gente joven".

Desde los años en los que se dedicó a las tareas del hogar en casas ajenas a las andanzas por el mundo que hoy sigue coleccionando observa que la vida "ha cambiado como del día a la noche" y piensa que la gente "no es amable como antes".

"Bailar mucho y echar la partida de cartas todos los días por la tarde" la ayudan no solamente a sobrellevar la vida moderna en la que hace "de todo" sino también a que la memoria "esté muy pendiente" de ejercitarse.

Para Dolores, llegar hasta los 107 para ella ha sido una "cuestión de fe"

Para Dolores, llegar hasta los 107 para ella ha sido una "cuestión de fe" / EFE/Alberto Sxenick

Dolores Fernández: "no tener preocupaciones"

Han pasado casi dos meses desde que Dolores Fernández cumplió los 107 años, lo que la convierte en la integrante con más experiencia de los cinco. Llegar hasta ahí para ella ha sido una "cuestión de fe", aunque tomarse la vida con filosofía y humor también le ayudan, como corrobora su hija Marisa.

"Me levanto temprano, voy a la misa de las 10, paseo y luego estoy a mis cosas", cuenta esta ourensana con entusiasmo. Leer la prensa, cocinar junto a su hija, coser y hacer sudokus son esas pequeñas rutinas sin las que no entiende la cotidianidad.

Ágil, salvo por los "achaques de la edad", un comentario que se repite cual mantra, Dolores se muestra crítica con las injusticias que ocurren en el mundo, ése que cambió "en algunas cosas y en otras no" desde su juventud y en el que desearía, sobre todo, que la gente "fuera decente".

Para ella el motor que siempre la ha movido es el amor de su esposo y el de sus hijos, ayudándola a "no tener preocupaciones" y a saber apreciar las pequeñas cosas.