Las cocinas económicas gallegas alertan del importante aumento de usuarios debido a la inflación

Santiago y Vigo registran un incremento superior al 20 % // El banco de alimentos y Fundación Amigos de Galicia constatan el alza

Cola de personas esperando a ser atendidos en la cocina económica de Santiago en una imagen de archivo durante la pandemia /XoÁn Álvarez

Cola de personas esperando a ser atendidos en la cocina económica de Santiago en una imagen de archivo durante la pandemia /XoÁn Álvarez / Mateo Garrido

“El número de usuarios aumenta continuamente. Antes del mes de noviembre estábamos sirviendo alrededor de 140 menús al día, esta semana hemos llegado a superar varios días los 210 usuarios. La cosa está muy mal”, apunta sor Alicia Lourido, responsable de la Cocina Económica de Santiago.

La inflación disparó el año pasado la cesta de productos básicos; el precio de aceites, lácteos, pan, legumbres y hortalizas crecieron a lo largo del pasado año por encima del 10%. A esto hay que añadir un alza del precio del combustible que supera el 50% y del gas cuya subida rozó el 20 % entre enero y septiembre del pasado año. Con estos datos en la mano, es comprensible que cada día a más gallegos no sólo no le llegue para llegar a fin de mes, sino tampoco para llenar su nevera.

Al incremento del 25% en el número de usuarios en Compostela, hay que añadir los casos de la cocina económica de A Coruña –la de mayor volumen en Galicia– y el comedor social que las hermanas de la Misión del Silencio regentan en Vigo.

“Nosotros hacemos comida para fuera para los barrios y los menús que se consumen aquí. Desde principios de año hemos percibido un aumento constante en el número de usuarios. Y, además, son personas que acuden a nosotros por primera vez, no beneficiarios que vinieran con anterioridad y ahora vuelvan”, apunta Óscar Castro, administrador del refectorio social herculino. Allí, según comenta, llegan a diario una media de 5 ó 6 nuevos demandantes. “En este momento estamos dando alrededor de 1.450 comidas diarias”, explica Castro.

En su caso, señalan la importancia del número de inmigrantes, sobre todo de Latinoamérica, que acuden a demandar su servicio y que refuerzan una tendencia ya al alza derivada del aumento del coste de los productos básicos.

Un buen número de solicitantes de auxilio alimentario provienen ‘del otro lado del charco’ también en el comedor social de Vigo. Su directora, sor Guadalupe Egido, cuenta que actualmente “tenemos 145 usuarios diarios, cuando antes estábamos atendiendo a alrededor de 120, el incremento ha sido muy reciente”. Un alza que supera el 20 % y que sor Guadalupe considera que va a aumentar todavía más: “todos los días las trabajadoras sociales nos derivan personas nuevas, e incluso algunas llegan sin pasar por ese paso intermedio, simplemente es que no les llega, y necesitan para paliar sus gastos”.

Un perfil distinto.

Los responsables de las tres cocinas coinciden, además, en señalar que el perfil de los usuarios de su servicio ha cambiado en los últimos tiempos, con más familias y también personas con un trabajo estable pero a las que en la situación actual no les llega para cubrir sus necesidades alimentarias, o bien precisan aliviar sus gastos y recurren al amparo que ofrecen estas asociaciones, algo de lo que también dan fe desde el banco de alimentos de Santiago de Compostela.

“La gente que cobra un salario mínimo y antes podía mantener a su familia, ahora con la subida de los precios no le alcanza. Y es que en este momento cobrar el salario mínimo que son 1.080 euros no te asegura comer todos los días ya, porque te vas a la tienda y cuando antes un litro de aceite te costaba 99 céntimos, ahora 1,95 en el sitio más barato que te puedas encontrar. Y el aceite es un ejemplo, pero todo ha subido sobre todo los alimentos básicos”, lamenta Ángela desde el banco de alimentos compostelano.

Sor Guadalupe apunta desde la ciudad olívica que más de la mitad de los usuarios que acuden al comedor social son familias. “Antes podía venir uno de los miembros de la familia o los abuelos, ahora vienen el padre y la madre y se llevan el tupper con la comida para toda la familia”. Una situación que también le es familiar a sor Alicia Lourido, ya que al comedor social de la capital gallega están acudiendo incluso niños junto a sus progenitores.

Aumentan los costes pero no las donaciones.

El aumento de los precios les ha afectado también a estas instituciones que ven como cada día les requiere un mayor esfuerzo económico poder poner los platos encima de la mesa para aquellos que más lo necesitan, y que dada la situación ven como en el apartado de entradas de su hoja contable tampoco rezuman los donativos que sí que llegaron, por ejemplo, en la etapa pandémica.

“Nuestros costes han aumentado alrededor de un 20% para poder ofrecerles un menú a nuestros usuarios. Lo más básico pan, aceite, pasta... todo ha aumentado su precio muchísimo”, explica Óscar Castro. Al comedor herculino además llegaba gracias al Fondo de Garantía Europeo, una ayuda que cubre una parte de los víveres que se consumen, y este año no pueden contar con la leche.

Algo similar acontece en la cocina picheleira con el aceite, del que antes se abastecían gracias a las donaciones. “Ahora lo tenemos que comprar continuamente, hoy mismo tuve que hacerme con 100 litros”, explica sor Alicia Lourido.

Tampoco han aumentado las dádivas en el comedor de Vigo, que según explica su responsable, se abastece “gracias a los particulares”. Sin embargo, el contexto económico ha afectado también a aquellas personas que hace un año consiguieron que la labor que ejercen las misioneras del Silencio pudiera continuar su singladura. “Pasamos un momento terrible, llegamos a tal punto que pensamos que íbamos a tener que cerrar. Los gastos eran inmensos y las ayudas y los donativos poquísimos. Ahora el panorama no es boyante, pero logramos solventar aquella situación”, comenta sor Guadalupe Egido.

A pesar de las dificultades, nada ha impedido que todos ellos, gracias al trabajo desinteresado de sus miembros, puedan continuar con su misión. De esta forma, los usuarios compostelanos almorzaron ayer un menú compuesto por un fideuá con almejas y merluza en salsa al horno. Los de A Coruña, coliflor con huevo y chorizo, empanadillas y ensalada de pasta. Mientras que en Vigo, combatieron el frío con un buen caldo gallego y un trozo de empanada de atún.

El banco de alimentos y Amigos de Galicia constatan el alza.

No sólo las cocinas económicas prestan su ayuda a aquellos que más lo necesitan, otras organizaciones del tercer sector como el banco de alimentos o la Fundación Amigos de Galicia constatan lo expresado por los responsables de los comedores sociales gallegos respecto al incremento de personas que solicitan sus servicios.

Desde el banco de alimentos de Santiago señalan que “nosotros repartimos directamente a asociaciones, no a familias; pero te puedo decir que el año pasado asistíamos a alrededor de 5.000 personas de la zona de Santiago y Barbanza; y yo creo que hoy andaremos rondando las 7.000”.

Por su parte, Amigos de Galicia señala que en este momento cuentan en la capital gallega con 72 solicitudes de ayuda de alimentos, pendientes todavía de comprobar si cumplen los requisitos. Una cifra que habría que añadir a los 500 que ya son beneficiarios de este amparo. “Podemos constatar que está aumentando el número de solicitantes en toda Galicia tremendamente. La asociación atendió a lo largo del pasado año a alrededor de 21.000 personas y este año lo vamos a superar”, sentencia Jesús Busto, director general de la entidad.