Elecciones en el país asiático

Pakistán acude a las urnas bajo la sombra del encarcelado ex primer ministro

La política ha girado en torno a Khan desde que su partido ganó las elecciones en 2018, empujado por las glorias deportivas (capitaneó en 1992 el equipo que ganó el único Mundial de críquet para Pakistán), su énfasis contra la corrupción y el apoyo castrense

Un agente de seguridad vigila la distribución de propaganda electoral días antes de las elecciones en Pakistán.

Un agente de seguridad vigila la distribución de propaganda electoral días antes de las elecciones en Pakistán. / EFE

Adrián Foncillas

La quinta democracia del mundo acude mañana a las urnas con su político más carismático encarcelado, la economía empantanada, pleitos con el vecindario, muchos jóvenes pensando en el exilio y la certeza de que, gane quién gane, seguirá mandando el Ejército. Las encuestas favorecen a Nawaz Sharif, líder de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N), pero nadie ocupa más portadas que Imran Khan, del Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), sobre quién han llovido las condenas en la última semana.

La política ha girado en torno a Khan desde que su partido ganó las elecciones en 2018, empujado por las glorias deportivas (capitaneó en 1992 el equipo que ganó el único Mundial de críquet para Pakistán), su énfasis contra la corrupción y el apoyo castrense. Pero este se desvaneció con sus tercos ataques a las clases dominantes y en 2022 fue expulsado del Parlamento en una moción de censura por su presunta ineptitud en la dirección económica. Los problemas se le han amontonado desde entonces y recientemente fue condenado a penas de 10 y 14 años por corrupción y traición. También su esposa, Bushra Bibi, fue encarcelada después de que el matrimonio fuera declarado fraudulento.

Sigue Khan a sus 71 años representando para la juventud paquistaní el cambio y la resistencia frente a las oligarquías dinásticas y los militares. Su partido concurre a las elecciones sin él, en condiciones precarias y diezmado por los arrestos. La justicia le ha prohibido el uso del icónico bate de crícket en las papeletas, lo que dificultará su identificación a los iletrados, y la emisión en las televisiones de los discursos de su líder. A pesar de todas las trabas, sostienen los expertos, mantiene una base sólida de adeptos.

Un exprimer ministro como favorito

La biografía de Sharif, el más que probable ganador, también junta roces con la justicia y el cargo de primer ministro. Ninguno de los que ha tenido el país en democracia, de hecho, ha conseguido terminar su mandato. Será el cuarto de Sharif en un memorable retorno al escenario tras cuatro años en el exilio. También él lamentó que los militares le echaran en una asonada pero el afecto fluye ahora sin bridas. Desde que regresara al país en octubre han sido anuladas todas aquellas condenas por corrupción que le impedían competir en las elecciones. Su fuerte base en la provincia del Punjab, regada con infraestructuras, aceita su asalto al poder.

Entre sus contrincantes figura Bilawal Bhutto Zardari. El hijo de Benazir Bhutto, la primera ministro asesinada, es aún demasiado joven, apenas 35 años, para haber tenido problemas con la justicia. Los analistas pronostican que de las elecciones, descartada la mayoría absoluta, saldrá un gobierno de coalición débil y permeable a los tejemanejes del Ejército.

Desafíos económicos

Sus deberes no serán escasos. El 40% de los 240 millones de paquistaníes viven en la pobreza, la rupia se ha depreciado a la mitad desde 2021, el país acumula décadas de inflación y sólo los préstamos de países amigos y un rescate de 3.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional impidió el impago. La ayuda finaliza en marzo y ninguno de los candidatos ofrece una receta verosímil contra el descalabro. 

El ruido en las fronteras tampoco ayuda al sosiego. A los eternos desencuentros con India se suman los que mantiene con Afganistán desde que regresaran los talibanes y con Irán, que cristalizaron en enero en bombardeos aéreos con víctimas mortales.

No extraña la desolación entre los jóvenes. Muchos salen del país, por vías legales e ilegales, y una encuesta del 'think tank' Gallup aseguraba que el 40% desea exiliarse. En ese cuadro llegan las elecciones, retrasadas durante varios meses para que el poder militar alisara el terreno para su candidato favorito.