{ TRIBUNA LIBRE }

Dos terremotos enfebrero de 2023

José Fernández Lago

José Fernández Lago

Nuestra civilización occidental, amante de la libertad y del progreso, sufre a menudo las consecuencias de cuanto atenta contra la vida. Entre estos sucesos se hallan los terremotos, que sacuden la tierra y provocan las muertes de mayores y jóvenes. Por eso, cuando dicen que en Turquía y en Siria han muerto más de cuarenta mil personas, todos nos sentimos heridos, al ver tantas víctimas de una tierra que se resquebrajaba y que engullía a tantas personas. Cierto que en estos momentos acaba de producirse en España un acontecimiento peor, al aprobar el parlamento una ley que causará más muertes que las del reciente terremoto, pues, si en Turquía y Siria han muerto más de cuarenta mil personas, en España, con esa ley, se promoverá el que cada año dejen de ver la luz más de cien mil niños, de los que ya vivían en el seno de su madre.

Los españoles podemos votar y ejercer actitudes semejantes al tener dieciocho años de edad. Por otra parte, la responsabilidad de quien ejerce antes un acto punible, es de sus padres, que han de responder por él. Sin embargo, una joven de diecisiete años, por ejemplo, puede interrumpir su embarazo, causando la muerte del feto, sin haber advertido a sus padres del aborto que vaya a cometer. Además, aunque para todo lo que se hace en los países libres, se permita sugerir razones a quienes se encuentren en esa situación, si se trata de una joven embarazada, en España se prohíbe que nadie “la importune” animándola a respetar la vida…

La vida es el valor supremo. Una y otra vez los dirigentes de la sociedad establecen condiciones para que esa vida se desarrolle del mejor modo posible. Cierto que lo primero de todo es llegar a ver la luz. El ser que ha sido engendrado es persona o no lo es, según la definición de “persona” que llegue a establecerse. Sin embargo, de lo que no hay duda es de que, al final del proceso del embarazo, aquel sujeto destinado a ver la luz no es un gato ni un perro, sino una persona humana. Hoy en España se establecen leyes, muchas de ellas por decreto, que señalan los derechos de los animales, hasta el punto de exigir un cursillo para quienes deseen tener un perro, pero no suele exigirse nada a los padres para mantener en vida al niño que está en el vientre de su madre, ni para educar al niño con criterios adecuados para su vida.

Cuando muere una persona como consecuencia de una agresión de otra, se habla de los derechos de las víctimas; y, aunque pasen años, se intenta certificar esas muertes, para resarcirse sus familiares de la pérdida de aquellos que fallecieron. Sin embargo, cuando se siega la vida de un niño que está todavía en el vientre materno, y que esperaba continuar recibiendo el alimento oportuno merced a su madre, no se alude nunca a los derechos de aquella criatura.

A menudo se acusa a alguna gente de favorecer a las clases altas, sin tener en consideración lo que ellas aportan a otros, ofreciéndoles trabajo, para que vivan dignamente. En cambio, vemos cómo otros han llegado a alcanzar su puesto en el gobierno a base de los apoyos de quienes tenían ideas semejantes, sin valorar su formación. Así, algunos han llegado a ser ministros sin la cultura apropiada para esa categoría. Desde ahí, y sin los conocimientos científicos oportunos, promueven leyes poco indicadas para nuestra sociedad occidental.

Las sociedades avanzan merced a las luces que los hombres de ciencia van ofreciendo a quienes nacen y crecen. Hoy en día la sociedad prototipo de democracia se encuentra más allá del Atlántico. En ella están volviendo a considerar la importancia de la vida y de los derechos del niño engendrado en el vientre. No veo la razón de que la sociedad española vaya asumiendo los pasos que esa nación ha superado, y que la lleva en estos momentos a defender por encima de todo la vida, y en especial la de aquellos que todavía no han visto la luz del sol.