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Migración y desunión

Rescate de una patera

Rescate de una patera / ECG

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

ESTA SEMANA pudimos comprobar el alto grado de desunión que existe en Europa en torno al fenómeno migratorio. Pese a que todos los estudios nos demuestran que estamos ante un proceso imparable, las administraciones europeas no han sido capaces ni de respetar el pacto propuesto en 2020 por una Comisión Europea que este 9 de febrero alabó la labor de Frontex y se mostró comprensiva con ciertas infraestructuras de control y vigilancia, ni de consensuar un plan alternativo de gestión migratoria.

Los socios de la UE, así como aquellos países que sirven de frontera, se muestran lentos, recelosos y torpes, mientras los migrantes utilizan vías cada vez más peligrosas, tanto a la hora de acometer su desafío, como de asumir los riesgos y las carencias asociadas a la asistencia técnica, legal y humanitaria de los países de destino.

Nuestros vecinos deben comprometerse con una presión migratoria que deteriora las relaciones diplomáticas, como pudimos comprobar en 2020 con Turquía, con Marruecos en las crisis de Ceuta y Melilla, o en Lituania y Letonia bajo el apremio de Bielorrusia. Así, mientras Gobiernos como el de Rishi Sunak (que ayer le solicitaba a Macron colaboración en París), quizá por motivos electoralistas e ideológicos, muestran actitudes restrictivas que vulneran el Derecho Internacional frente a la inmigración y la solicitud de asilo, otras cancillerías, como la alemana, vinculan su futuro económico e industrial a una inmigración que consideran necesaria.

A partir del 1 de julio, España ocupará la presidencia rotatoria de la UE, y el tema inmigratorio se convertirá en un asunto prioritario. No debemos olvidar que nuestro país constituye una entrada preferente hacia la UE; ni tampoco que durante años, incluso antes de los trasvases de 2015 derivados de los conflictos en Siria, Afganistán e Irak, nuestros socios apenas se comprometieron con España, y sí destinaron sus esfuerzos diplomáticos a contextos que, como el turco, supieron beneficiarse de una Europa centrada en su flanco oriental (de ahí que los muros propuestos por Finlandia, Polonia y Hungría, o Eslovaquia y República Checa, reciban hoy el apoyo de Dinamarca, Estonia, Austria, Grecia, Italia, o Malta).

Pero el problema es común, y las mafias y el crimen organizado empiezan a ver en la trata de seres humanos y la inmigración ilegal un negocio más fácil y rentable que el tráfico de armas o estupefacientes. Por eso sorprende que en la última reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, en vez de afianzar normas de obligado cumplimiento, se hayan debatido iniciativas de “vallas y muros”, así como la “movilización de fondos” para “reforzar infraestructuras fronterizas”. Todo hace indicar que los 6.700 millones de euros dispuestos por la CE para gestionar las fronteras hasta 2027, no serán suficientes.