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Los problemas de la sanidad: Algunos apuntes

Santiago Lago Peñas

Santiago Lago Peñas

Existe un amplio consenso sobre la idea de que la sanidad está atravesando un momento difícil. En lo que sigue desgrano factores explicativos subyacentes y algunas soluciones.

Existen una serie de tendencias de largo plazo que suponen un desafío para el sistema. En primer lugar, el envejecimiento poblacional. Sabemos que la atención sanitaria se hace más necesaria con la edad y la aparición de enfermedades crónicas. Por tanto, el envejecimiento es un factor que presiona la demanda. Segundo, las expectativas de los ciudadanos aumentan. Hoy, en promedio, somos más exigentes sobre nuestra salud percibida y demandamos más soluciones que hace diez o veinte años. Tercero, las posibilidades tecnológicas y los tratamientos son más sofisticados y caros. Cuarto, hemos hecho una gestión deficiente en las plantillas de los servicios públicos. La escasa renovación de la década pasada ha hecho que los empleados públicos en España sean, en promedio, de los más viejos de España. La sanidad no es una excepción. Y nos estamos enfrentando al comienzo de una ola masiva de jubilaciones de personal especializado sin la planificación de reemplazos adecuada. El horizonte hasta 2035 pinta mal en muchos ámbitos, no solo el sanitario.

A lo anterior hay que sumarle dos elementos. Primero, el efecto de la pandemia. El COVID-19 detuvo el funcionamiento normal del sistema. Pero las patologías no lo han hecho. Es más, la no detección a tiempo las ha complicado en algunos casos. Estamos en un momento de afloramiento de consultas, diagnósticos y tratamientos embalsados en el trienio 2020-2022. Segundo, las deficiencias de la atención primaria, que ya existían en 2019 pero que la coyuntura actual ha exacerbado. En esencia, afrontamos falta de médicos de familia y de pediatras; por varios motivos, entre otros porque es una especialidad menos atractiva para los médicos en formación. Necesitamos más incentivos para cambiarlo. Además, los médicos que tenemos soportan un exceso de carga burocrática que podrían asumir perfiles administrativos; y no siempre cuentan con el soporte de enfermería suficiente. Necesitamos que dediquen su tiempo a los pacientes, que los conozcan, que les hagan seguimiento a lo largo del tiempo; también para que puedan formarse y formar equipos de trabajo en sus centros. El gran valor de la medicina de familia está ahí. Con seguimiento y contextualización ahorraremos mucho en atención especializada y mejoraremos la calidad de vida de las personas.

Precisamente en este punto se encuentra otro de los grandes desafíos de la atención primaria: su integración con los servicios sociales en un auténtico sistema de atención sociosanitaria. Algo que es fundamental cuando el envejecimiento y la soledad pueden convertir en ineficaz una atención sanitaria que pivote sobre “reparar” pacientes, sin preocuparse de su vuelta a casa.

Por todo lo anterior, seguramente necesitemos más recursos en atención primaria. Pero, sobre todo, necesitamos un cambio de enfoque. Tenemos un magnífico sistema sanitario público. Pero no podemos dejar que sus dolencias se cronifiquen y lo dañen.

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