{ tribuna libre }

Alegría en el camino de la vida

José Fernández Lago

José Fernández Lago

EN LA VIDA vida tenemos momentos más alegres y otros más tristes. Los que honramos de modo especial a San José, porque llevamos su nombre, celebramos el día 19 de marzo el Santo que nos guía por la senda de esta vida, que es, en este caso, el esposo de la Virgen María y custodio del Niño Jesús. Sin embargo, este año esa celebración no se constata en la liturgia de la Iglesia hasta el día siguiente, debido a que celebramos el Cuarto Domingo de Cuaresma, y, con todos los respetos hacia el Santo Patriarca, el Domingo es, ante todo, el Día del Señor.

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, correspondiente, como las otras dos, al 4º Domingo de Cuaresma, trata de la elección de David como rey. Ha sido el Señor quien lo ha dispuesto así, escogiendo al hijo más joven de la casa de Jesé, habitante de Belén. El profeta Samuel va a aquel lugar, y unge como rey a David, que hacía de pastor del ganado. El Espíritu del Señor vino entonces sobre David y le acompañó siempre.

La 2ª lectura, de la Carta de San Pablo a los Efesios, trata de Cristo, que ilumina a los hombres, y de los seguidores de Cristo como hijos de la luz. Para ser tales, han de huir de las tinieblas y actuar de acuerdo con la bondad, la justicia y la verdad. De acuerdo con esto, como hijos de la luz, deberán evitar lo que es fruto de los hijos de las tinieblas, y dejarse iluminar por Cristo, realizando obras acordes con la luz del Señor.

El Evangelio de este día, de acuerdo con el relato de San Juan, muestra la curación de un ciego de nacimiento, por obra de Jesús. Cuando los discípulos preguntan si la ceguera era consecuencia de algún pecado, Jesús dice que había sucedido así para que se manifestaran las obras de Dios, que lo iba a curar. Jesús se presenta entonces como “la luz del mundo”. Los fariseos, al ver la acción de Jesús, se quejan de que lo hubiera curado en sábado. Al preguntarle al que era ciego qué piensa de Jesús, responde que es un profeta. Además, se queja de que los que criticaban la acción de Jesús no supieran de dónde era, a pesar de sus poderes poco comunes entre los hombres. Añade que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que es piadoso y cumple su voluntad, pues procede de Él.

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