{ notas de actualidad }

Manuel Sánchez Salorio

José Manuel García Iglesias

José Manuel García Iglesias

LA MUERTE LE LLEGÓ en su novena década de vida y en el tiempo transcurrido discurre una trayectoria de éxito. Brillante en las aulas, agudo en la investigación, trabajador incansable en su quehacer clínico, insaciable lector de temas relevantes y escritor que sabía entremezclar razonamientos profundos con gotas de ironía sabiamente gestionadas, algo que practicaba, igualmente, en sus cuidados discursos; también, amigo de sus amigos, magnífico maestro que deja, entre los suyos, profunda huella, esa que es propia de los seres realmente importantes...

Se fue con los últimos suspiros de un invierno quien fue todo un referente, entre otros lugares, en la Universidad de Santiago de Compostela, en su Facultad de Medicina, en la que merece estar en un virtual cuadro de honor constituido por quienes han sido los más importantes –y más completos– en la segunda mitad del siglo XX. Lo fue como alumno y también como profesor. Sánchez Salorio se jubiló hace más de veinte años y el eco de su quehacer sigue ahí. Se puede decir que fue todo un precursor, poniendo en marcha el Instituto de Oftalmología de Galicia (Ingo), todo un antecedente en el actual modelo universitario, en el que se suman a las Facultades centros de parecida entidad al que él puso en marcha.

Él hizo de la cátedra de Oftalmología de Santiago un referente y un modelo, algo que se manifiesta en el importante número catedráticos de la materia que fueron, de algún modo, alumnos suyos. Y todo esto, es verdad, tiene detrás a una persona de talento, sabido oteador del futuro inmediato en estas lides, pero, también, y sobre todo, a un hombre muy trabajador, concienzudo en su hacer; de esos que son capaces de vivir en la interrogación, sabiendo que cada pregunta que nos hagamos exige una reflexión, a ser posible sopesada, y una respuesta que pretenda ser certera. Y de la calidad, y de la entidad, de aquello que a uno le preocupa emana, en cierto modo, el saber, si viene acompañado del quehacer preciso. Y Manuel Sánchez Salorio buscó el saber, en esa larga vida, continuamente, hasta el último día.

En su velatorio, al lado del féretro, estaban prácticamente juntas las flores con las que le otorgaba su particular homenaje Santiago de Compostela, desde su Ayuntamiento, y aquellas otras, en las que, con el mismo sentir, lo hacía el de A Coruña. Sin quererlo algo de simbólico había en esa casual cercanía. Y es así porque Manuel Sánchez Salorio vivió siempre entre ambas ciudades, queriéndolas y siendo querido, y respetado, por ellas. Ya jubilado rara era la semana en la que no venía, desde A Coruña, dos días, al menos, a Santiago, en busca de sus amigos y de sus recuerdos... Se ha ido.