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Vale, ya está

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

EL DEBATE PARLAMENTARIO sobre la moción de censura presentada por Vox contra el gobierno presidido por Pedro Sánchez, no dio de sí más de lo que podía dar: nada. Y no creo que tan pequeño logro se deba solo a la inconsistencia de la propia moción; también deviene de la pervertida forma con que afronta su propia acción política la fuerza promotora de la misma.

A Vox, desde luego, le asiste el derecho a presentar cualquier tipo de iniciativa parlamentaria, pero se le exige, incluso más por sentido común que por sometimiento a la legalidad, que sea constructiva. Esta moción de censura, desde luego, no lo fue. El candidato a ocupar la presidencia del gobierno resultante de su victoria, no fue capaz de formular una propuesta gubernamental alternativa, ni buena ni mala, ninguna.

Acepto, eso sí, que Tamames de lo que menos se preocupase fuese, precisamente, de presentar formulación gubernamental de ningún tipo. Bien podría imaginarse la imposibilidad de alcanzar la presidencia del gobierno mediante esta moción de censura, así que, ¿para qué molestarse? Tamames no iba a eso.

Pero, claro, siendo así, es decir, que tanto el grupo parlamentario proponente como el candidato proclamador supiesen de antemano la inutilidad de su iniciativa, entonces resulta que la moción de censura formulada en estos términos deviene, además de ajena al reglamento de la Cámara –que es donde se exige su carácter constructivo–, en ilegítima, como ilegítimo es todo acto político fraudulento. Y el fraude consistió en la utilización torticera de un importante instrumento constitucional.

Tamames, ya digo, no iba a eso y Vox tampoco. Los ultraderechistas iban haciéndose el listo a la cacería, queriendo atrapar varias piezas con un solo tiro: una, desde luego, Pedro Sánchez, que para eso es el presidente del gobierno en ejercicio, y la otra, igual de evidente, el Partido Popular, colocándolo en una tesitura forzada de indefinición. O peor: de incoherencia. Es que verle decir que Sánchez es más malo que la maldad, pero, a pesar de ello, no apoyar la propuesta de su destitución, se entiende malamente.

Ahora bien: a pesar del ridículo parlamentario, la circense celebración ¿tendrá, fuera del Parlamento, alguna utilidad? No lo sé. Supongo que se nos ofrecerán nuevas encuestas estos mismos días tomándole las medidas. Yo puedo ir anticipando la opinión de que no: por el mero hecho de haberse celebrado este pseudo debate, la democracia misma sale dañada.

Y Feijóo no acudió en su defensa.