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De pascuas y sempiternos ahijados

Pilar Alén

Pilar Alén

BIENVENIDA SEA PASCUA FLORIDA, dicho sea de entrada. Con ella, bien llegadas vuelvan costumbres de ahora y siempre y otras, que no sorprenden de habituados que estamos, cosas a veces tan extrañas.

Habrán oído, dicho sea de pasada, aunque no lo hayan puesto aun en práctica, que el hábito de agasajar por estas fechas a los ahijados se prolonga hasta que estos se casan. Confieso que a mí algo de estupor me causa. ¿Hasta independizarse, yéndose de casa? “Cuán largo me lo fiais”, diría yo ahora con don Quijote a Sancho Panza. No obstante, hoy en día razones de peso hay. Tal y como suben los alquileres y la adquisición de propia morada, estando por las nubes hipotecas y otras zarandajas, los apadrinados se hacen viejos en el hogar de sus padres. Mientras tanto, cabe preguntarse: ¿Obligados estamos a cumplir con tal mandato? Es una vez al año, pero a tan largo plazo no sale barato.

Nuestros progenitores, por estas fechas, pocos azucarados panes recibían y, por contra, sí algunos huevos, de los de yema y clara, con los que hacían buenas tortas y quedaban más contentos que unas pascuas.

Propongo dos ideas para hacer más llevadera la prolongada espera, que ahora va más allá de la mayoría de edad. Pensemos, por ejemplo, en las personas que viven –o vivían– de las ganancias que generan a fuego lento, trabajando todo el año, desde la madrugada hasta entrada la nueva jornada, empalmando día y noche, manejando una pala o detrás de una barra. Pensemos asimismo en madrinas y padrinos que, si asumen debidamente el papel a ellos encomendado, lo son y serán de por vida, ahora y siempre, en toda circunstancia.

Veamos así el futuro por delante. En él parece que hay negocio seguro, aunque sea de largo alcance. Todo pinta color rosa, con dulces adornados de escarchadas frutas y variopintas y endiabladas figuras en-monadas. Aunque no hubiese ventas puntuales en fechas señaladas, panes entre nosotros enriquecen siempre toda buena mesa. No así entre los orientales de ojos rasgados, que prefieren acompañar sus manjares con salerosos cuencos de arroces blancos o colorados. Me consta de primera mano.

Padrinos y madrinas, no dejen de ejercer, hasta en minucias con apariencias tan deleitables, estos gustosos deberes. Incluso quienes no han llevado a la pila bautismal a sus ahijados –en el ámbito cristiano los hay: también lo sé de primera mano– obsequien de igual modo a tan singulares apadrinados, hijos de Dios como el resto de mortales.

¡Feliz Pascua que cotiza al alza! No hay excusa para no festejarla en lo divino y en lo humano. Más ahora que, entre amasadoras y batidoras, en la era digital, con ayuda de algoritmos que proporciona la inteligencia artificial, todos seremos salvos. Lo dicen los que parece que algo saben, aunque no sea de primera mano.