{ POLÍTICAS DE BABEL }

Biden y las irlandas

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

JOE BIDEN HA VISITADO Irlanda, y recordado que, como muchos estadounidenses, tiene ascendencia irlandesa. Fueron tantos los irlandeses emigrados a Norteamérica por razones políticas y económicas, que no es de extrañar que el discurso del presidente cale más al otro lado del Atlántico que entre los habitantes de la Isla; pues evoca una idea nostálgica y algo romántica de una Irlanda que ha cambiado mucho desde que sus ancestros la tuvieron que abandonar. Biden, además de visitar la República, fue también al Norte, una zona muy delicada a nivel social, político, económico y hasta religioso. El Brexit ha dividido allí a una población que lleva tiempo tácitamente confrontada, intentando mantener la convivencia desde el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, cuyo vigésimo quinto aniversario conmemoramos estos días.

Biden habló de “compasión” y “reparación” en alusión a un conflicto que dividió a protestantes unionistas y católicos nacionalistas, y que sigue impidiendo una coexistencia pacífica en el Úlster. Son muchos los signos, en forma de memoriales y murales, que todavía hoy nos recuerdan un pasado de “enfrentamientos” o “disturbios” (The Troubles) desde la década de los 60, y sobre todo en los 70 y los 80, contra los que se idearon los pactos de alto el fuego de 1994 y 1996, el Acuerdo de Paz de 1998 firmado en Belfast, y el compromiso de abandono de las armas asumido en 2007 tanto por el Ejército Republicano Irlandés (IRA), como por la Fuerza de Voluntarios del Úlster (UVF). Se han desmontado las barreras que dividían los barrios protestantes y los católicos, y se han sustituido murales cruentos, por otros que evocan un futuro de paz.

Pero aún hay rifirrafes políticos y callejeros entre republicanos y lealistas, y heridas que el Brexit ha reabierto al volver a hablar de fronteras y cuestiones identitarias y de pertenencia. No hay más que prestar atención a la literatura para comprobar que el proceso de superación no está completado, ni las heridas cerradas. Autores como Bernard MacLaverty nos proporcionaron ejemplos de los años más violentos en Cal (1983), mientras escritoras como Deirdre Madden ilustraron de forma más sutil cómo el pasado seguía en el subconsciente de Irlanda (Hidden Symptoms, 1986; Molly Fox’s Birthday, 2008). Mary O’Donnell reflejó brillantemente asuntos pendientes heredados del conflicto, así como la complejidad de las relaciones entre el Norte y el Sur en Where They Lie (2014). Y las nuevas generaciones siguen dándole vueltas al trance; de ahí el éxito de Anna Burns con novelas como No Bones (2001), o su aclamada Milkman (2018). La literatura no falla; recuerda, denuncia, advierte y previene a la población para no repetir los errores del pasado. Así pues, deberíamos estar bien atentos a unos mensajes que aún hoy trascienden el mundo de la ficción.