{ BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE }

Sábado de flexióny de reflexión

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

EL SÁBADO es mi día favorito. Incluso si llueve. Te libera del cansancio del viernes, donde todo se acumula como quien lleva un animal muerto a la espalda, y no tiene aún la angustia del domingo. El domingo amarillea después de la sobremesa. Se envuelve en un raro hastío, en una antipatía, de tal forma que no puedes confiar en él. La mañana dominical resiste, es cierto, ofrece aún alguna esperanza, pero después de comer la nueva semana amenaza, inexorablemente, puedes olerla ya hacia las seis de la tarde. El domingo no es capaz de evitar esa inconsistencia, esa sensación de pérdida.

Pero mañana es sábado de reflexión. Una rareza, en comparación con otros lugares, como Estados Unidos o Alemania, donde no se contempla reflexión alguna antes de las elecciones (ya la va haciendo usted por el camino), y, dicho sea de paso, en muchos países tampoco existen cortapisas a la hora de publicar sondeos y cosas a partir de una fecha concreta. Aquí tenemos este comedimiento, esa prevención, ese extraño formalismo. Como si, después de todo el ruido (feroz, yo diría) de la campaña, después de todo este trajín, se impusiera una breve tregua, aunque sólo sea por el qué dirán.

Necesitamos el sábado, sea o no para ir al rincón de pensar. También podría ser para una buena siesta. Yo defiendo mucho el sábado, por mí que pongan más, dónde hay que firmar. Un día limpio, desnudo, vacío, poco ostentoso, salvo para esos ritos familiares que gustan o no, porque eso depende, un día para desplegar al fin esa extraña lentitud que ya casi nadie reconoce, para sentir, con suerte, la bendición de una agenda en blanco.

El sábado es una paradoja en medio del fragor electoral, en medio del oleaje que por unas horas se achica y lo convierte todo en una playa y en un mar calmo y sereno. Las campañas son cada vez más agresivas, más personalistas, y sí, más polarizadas. Las propuestas suelen quedar bajo la hojarasca de los discursos enfrentados. Algo se ha torcido con el paso del tiempo. Quizás es un síntoma de todo lo que nos ocurre en esta sociedad contemporánea. Quizás la política sólo refleja esta poco amigable forma de vivir. Hay una rareza cada vez mayor en el sábado súper-súper reflexivo que los candidatos eligen tal vez para salir a montar en bici, para correr un poco (es bueno mostrarse saludable, empezando por uno mismo: reflexión sí, pero también flexión. Ah, y nunca genuflexión, ni siquiera perdiendo…).

He aquí el sábado protegido y protector, sólo útil para recorrer las calles céntricas de las ciudades y de los pueblos donde uno ha sido cartel, grande o pequeño, y no pedir el voto, no pedir nada, sólo buenos-días, buenos-días, suerte, suerte para todos, y así, ese lento caminar entre la gente en la apacible mañana sabatina, despojados de adjetivos y de palabras negativas sobre los otros candidatos (al menos, aparentemente), probando quizás un aperitivo moderado en una concurrida esquina, ajustándose al paisaje, sin mimetizarse del todo, eso no, leyendo la prensa, donde también todo está a la espera del domingo, de los inevitables rituales del día electoral, pero sí, oh, sí, esquivando los colores, y los eslóganes, evitando la reiteración de los días precedentes, volviendo a lo cotidiano sin la letanía que no ha dejado de sonar, sin el gastado uniforme de campaña, como quien se quita la pesada armadura de los argumentarios, como quien al fin puede salir a pasearse a cuerpo.

¿Es mañana día de reflexión para los votantes o también para los candidatos? Porque ya puestos… reflexionemos todos. Parece que se necesita, con esta aceleración que absurdamente destroza nuestras vidas. Aprovechen este día liberado de frases y promesas, este campo abierto. Aprovechen el día sin pretensiones, sin pretendientes. Aprovechen el dulce paréntesis. Aprovechen el silencio, un bien casi tan escaso como el agua. Flexionen y reflexionen, aunque el camino a la urna sea breve y no exija alardes deportivos. Flexionen y reflexionen, porque la flexibilidad es el verdadero secreto de la felicidad.