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Loa y demanda

Pilar Alén

Pilar Alén

EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS ARCHIVOS, que no se reduce a una jornada sino a toda una semana, es ocasión de familiarizarse con espacios y lugares que, aunque saber no se sabe mucho, están a disposición de todo el que quiera consultarlos. Por este motivo hay en estos días diversas actividades para conocerlos de primera mano.

Mucho se ha andado en este camino. No lo dicen los propios archiveros, sino que los usuarios podemos afirmarlo y corroborarlo con hechos palpables.

Un investigador en ciernes con el que estudié y con el que comparto inquietudes similares, hablaba con frecuencia del “arte de tratar a los archiveros y no morir en el intento”. Les explico las razones.

En tiempo pretérito, sin remitirse al siglo XIX, por lo general, quienes velaban los fondos de una institución, fuese civil o religiosa, pública o privada, eran muy celosos de lo que custodiaban. Esto dificultaba el estudio y acceso a lo que de allí nos interesaba. Algunos usuarios no entendían por qué ponían tantas trabas. El arte consistía en camelárselos. Espero que no se enfade ninguno de los que aún viven y pertenecen a esa hornada. Para comenzar a navegar en tal maraña, ni inventariada ni catalogada, era necesario ganar su confianza, hacerles ver que nuestras intenciones no eran malas.

Los investigadores –no todos, pero sí en cifra elevada– asaltaban sin pudor esos fondos que allí reposaban, hasta darse casos en que de ellos se apropiaban y se los llevaban a su casa. ¿Eran aves de rapiña o coleccionistas de documentos tan preciados? No tanto, pero casi. Ante tal mole de papeles acumulados, no tenían conciencia de lo que allí se custodiaba. ¿Cosa extraña? Pensaban que la ausencia de uno o varios de ellos no se notaba ni hacía sonar la alarma. Lógico, ya que algunos archiveros incluso los regalaban.

¡Cómo ha cambiado el panorama! La formación que hoy tienen no es la de antaño. Son profesionales, con una vocación que facilita su trabajo y lo hace más amable.

Así lo explica uno de los que trato con frecuencia, aunque como bien señala aún su función no está perfectamente delimitada: “Mi labor en el archivo toca prácticamente todas sus facetas desde la gestión de todos los servicios del centro (consulta en sala, reprografía, documentación y referencia, visitas guiadas, préstamo, formación y tutoría, publicaciones, etc.) hasta las funciones de recepción y tratamiento documental (identificación, clasificación, ordenación, descripción, etc. Hay que hacer de todo, vamos”. Así es. Estáis saturados. Necesitáis más manos, medios adecuados y personal especializado. Bien sabéis que entrar en un archivo es adictivo.

Arturo, José, Elena, Jorge, Verónica, Carmen, Víctor, Ana y otros muchos que hacéis calladamente una labor tan encomiable, gracias por la paciencia que nos facilita una tarea no siempre sencilla y llana.

¡Hago mía vuestra demanda!