{ tribuna libre }

El cuerpo del propio Cristo

José Fernández Lago

José Fernández Lago

A lo largo de nuestra vida y movidos por diversos criterios, comemos distintos alimentos. Con ellos intentamos beneficiarnos de su buen sabor, o más bien de su importancia para nuestra salud. En el ámbito espiritual, Jesús ha querido quedarse con nosotros, para alimento de nuestra vida, haciéndose presente bajo la especie de pan. Quiere así decirnos que, si el pan es necesario para nuestro mantenimiento en la vida, necesitamos de él si queremos que subsista nuestra vida espiritual.

La 1ª lectura de esta tarde y de mañana, tomada del libro del Deuteronomio, manifiesta que Dios ha conducido al pueblo creyente de Israel por un largo desierto, estimulando su apetito y ofreciéndole después el maná, para alimento de sus vidas. Al mismo tiempo que le daba aquella especie de pan, le recordaba que el hombre no vive solo de pan, sino que precisa de toda palabra que sale de la boca de Dios.

El Apóstol San Pablo se dirige a los Corintios, y les dice que el cáliz del que beben les une a todos en la sangre de Cristo, del mismo modo que el pan que comparten les une a todos en el cuerpo de Cristo. De esta suerte, aunque ellos sean muchos, constituyen un solo cuerpo, al participar todos del mismo pan.

El pasaje del Evangelio según San Juan que se proclama en esta Misa del Corpus Christi, es una declaración de Cristo como pan de vida entregado a los hombres. Quien come de ese pan, vivirá para siempre; y el pan que él les dará es su carne, para vida del mundo. Al extrañarse sus oyentes de que él pudiera darles a comer su carne, Jesús les manifiesta que, si no comen de su carne y beben de su sangre, no tendrán vida en ellos. Su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida, de suerte que, quien come su cuerpo y bebe su sangre, habita en Cristo y Cristo en él. Así, el que le coma, vivirá por él. Al revés de lo que aconteció con los israelitas por el desierto, quien coma de ese pan vivirá para siempre.