Análisis

Derrota y fracaso de Feijóo

Sánchez también puede perder la investidura, pero en su caso no habrá descalabro porque ha sobrevivido al 23J

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. / Europa Press

Matías Vallés

Matías Vallés

Se ha luchado en este artículo por encontrar un titular imaginativo, pero están agotados después de una semana de "moción de censura de Feijóo" o de "el candidato, investido presidente del PP". Menos es más, y un boletín radiofónico de cualquier emisora sirvió los dos conceptos sustantivos para resumir la investidura, "Derrota y fracaso de Feijóo".

 En labios del beligerante Óscar Puente, la definición de "simulacro" trata de desprestigiar la investidura, aunque cuadre con la definición de la Academia como "ficción". Por supuesto, el diputado socialista participa con entusiasmo en una "falsificación" que utiliza como trampolín para la posterior investidura de Sánchez. Más grave resulta que el propio Feijóo participara en una candidatura de "imitación", derrotada en la versión más simple desde el día antes de ser designado constitucionalmente por el Rey.

La derrota de Feijóo es científica porque puede medirse, 177 a 172 por el voto nulo de Junts. De nada le ha servido al candidato su apelación directa al transfuguismo, en su introducción a la segunda vuelta. El PP lleva perdidas tres votaciones consecutivas a la Mesa del Congreso, dos recuentos sobre el plurilingüismo y dos tandas de investidura. Los populares están en su derecho de no traducir la derrota en derrotismo, pero la continuidad obliga a una reflexión que no se limite a lamentar los tiros al palo.

La derrota, inapelable en cuanto numérica, va unida al fracaso. Si el sentido del debate de investidura se cifraba en consolidar el liderazgo de Feijóo dentro de su partido, entonces el presidente del PP ha cometido el mismo crimen que reprocha a Sánchez. Ha utilizado las instituciones, en el formato más sagrado de la proclamación de un presidente del Gobierno, con designios partidistas.

"Llámenlo fracaso si quieren", se ha despedido un Feijóo que no es el propietario de los objetivos de una investidura. Su única misión esta semana era abandonar el Congreso como presidente delGobierno. Ha dispuesto de un mes interminable, por no hablar de la campaña electoral perpetua, para lograrlo. Sale de la cámara sin el único cargo legítimo al que aspiraba. La derrota conlleva el fracaso, que arrastra a la "propuesta" de Felipe VI, plasmada en el discurso político más largo jamás salido de la Casa del Rey.

Desde el momento en que Feijóo ha utilizado una investidura perdida de antemano para fraguar sus intereses personales, arrastra a La Zarzuela en esta distorsión. ¿Se antepuso al presidente del PP, unido a Vox, para amortiguar los bandazos en la presidencia del principal partido conservador?

El traspaso de la responsabilidad de investidura del Feijóo de "o yo o el caos" a Sánchez no ha tenido lugar esta semana. Quedó inscrita el 23J, su confirmación obliga de nuevo a plantear por qué se propuso a un candidato perdedor. El Rey se entrevistó con el PNV, único eslabón a conquistar por el PP. En la consulta, Aitor Esteban debió transmitirle como ahora mismo en el Congreso que "entre su partido y el mío media un abismo". Por si faltaban datos numéricos, las tres votaciones a la Mesa delParlamento debieron iluminar con sus 179 votos por triplicado a la izquierda, tan parecidos a los 178/177 de esta semana.

Si la derrota y el fracaso de Feijóo interpelan a quien lo consideró un candidato idóneo, Sánchez se enfrenta a un desafío superior. El presidente del PP solo podía perder, y su destino se ha cumplido fatalmente. En cambio, al presidente del Gobierno le asisten opciones de permanecer en La Moncloa, aunque ha de superar unas pruebas hercúleas para lograrlo.

Si Sánchez no cede a las pretensiones hoy excesivas de Esquerra y Junts, el país se enfrenta a unas nuevas elecciones sin investidura interpuesta, como ya ocurriera en 2015 y en 2019. El previsible candidato socialista puede ser derrotado, pero la diferencia con Feijóo es que no puede fracasar. Para explicar esta diferencia, basta situarse en las vísperas electorales del 22J. Aquel sábado, un Feijóo expulsado de la presidencia era tan inverosímil como la supervivencia de Sánchez.

En fin, la retirada del diario de sesiones de expresiones denigratorias genéricas contra las fuerzas del orden o concretas al presidente del Gobierno supone un pésimo precedente, la censura es igualmente dañina desde la perspectiva woke o ultraderechista.