BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Con Ramón Pernas, entre Vilaponte y Lucca

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

ITALIA cada vez está más presente en las novelas que leo. El país del arte por excelencia atrapa a letraheridos y enamorados, también a desenamorados que buscan nuevos horizontes, es un lugar para habitar, no tanto para un turismo superficial que apenas puede penetrar en los secretos. Pero aún así, Italia siempre proporciona incontables dosis de emoción y belleza. Samuel Johnson dijo, como es bien conocido, que el que estaba cansado de Londres estaba en realidad cansado de la vida, pero yo creo que esa afirmación puede aplicarse a prácticamente cualquier lugar de Italia, puede extenderse a Roma, y a Nápoles, a Milán, a Florencia, a toda la Toscana, a Venecia. Ah, sí: el que está cansado de Italia a buen seguro que está cansado de la vida.  

Me reencontré con Ramón Pernas, escritor de memorias y nostalgias, gran hombre de la cultura: un agitador, más que un gestor, aunque haya gestionado tanto (en la invención de Ámbito Cultural, estuvo, por poner un solo ejemplo). Agitador con mano italiana, al itálico modo, con ‘finezza’, pero con determinación. Conocedor de todo y de casi todos, pero envuelto en esa aureola de lector memorioso, prendido en las brumas de su pueblo marino, al que acude para convertirse en paseante por las rúas que recorrió de niño, y, sin embargo, habitante habitual de Madrid, itinerante siempre, en perpetuo viaje, pero con las raíces firmes en la literatura y en la belleza.

La plateada melena de Ramón se abre camino entre este grupo de personas que se han acercado a la Fundación Luis Seoane para escucharle, en lo de Javier Pintor, y donde he sido convidado a entrevistarlo en directo. Hacía ya algunos años que no nos veíamos, pero la amistad viene de largo. He tenido la gran suerte de acercarme a toda su obra, muy consistente, basada en esa arquitectura poderosa de la nostalgia, pero también en la solidez de las fuentes clásicas. Dice Pernas que, en realidad, ha escrito una sola novela, pero es una novela en el tiempo, que va expresando nuevas cosas, revelando nuevos secretos. Vilaponte, su Viveiro natal, es omnipresente. Como Italia. Como Lucca. Son las grandes vigas maestras que sujetan la mayoría de sus libros. Y también este que acaba de publicar en Algaida, ‘Senza Fine’, que toma el título de la famosa canción de Gino Paoli. La canción que escuchaba el padre del protagonista, Leandro, trasunto en parte del autor, cuando le sobrevino la muerte. 

Pernas habla con apasionamiento, siempre lo hace, y mil temas y referencias brotan de sus labios, de tal forma que pelean por abrirse camino en la conversación. Como quien coge cerezas de un cesto, siempre hay varias que vienen entrelazadas. ‘Senza Fine’ es una novela de amor, pero también de desamor, de viaje y de quietud. Es la historia de una casa, una ballena vaciada de muebles hermosos y de vidas ya agostadas, pero no de memoria. La ballena varada y silenciosa tras el portón que el protagonista abre por última vez, pues ha llegado a Viveiro/Vilaponte para venderla. Luego, será derruida y otro edificio nuevo nacerá allí. “Lo que, en parte, conforta”, asegura Pernas.

La novela es, también, un viaje a la infancia. Un territorio feliz de arenales y un amor nórdico, y el primer beso, el que no se olvida, porque queda en los labios para siempre, como el tatuaje del nombre de la efímera amada. Anke. Y luego Nella, el otro amor de Lucca, el amor en la distancia, en la belleza, bajo la lluvia (así recuerdo Lucca yo también, le digo: lloviendo sin misericordia). Leandro, o el autor, se mantiene en ese raro equilibrio de lo itinerante, en el viaje perpetuo, pero al tiempo va abriendo puertas de esta casa que va a morir, nos enseña los espacios, los objetos que aún contienen el poso de la memoria, y nos presenta la muerte de los padres, como quien cierra un círculo necesario, se acuesta en la misma cama en la que nació, recuerda la biblioteca que allí había y en la que aprendió todo. El italiano se lo enseñó Dante leyendo la Divina Comedia en aquellas tardes ya lejanas de Compostela.