POLÍTICAS DE BABEL

El trasfondo de las treguas

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EN TIEMPOS DE GUERRA, las treguas son buenas; sobre todo cuando derivan en períodos de alto el fuego, y en amplios y duraderos acuerdos de paz. Facilitan la operatividad de los corredores humanitarios, contribuyen al acercamiento entre las partes, permiten la entrada y el reparto de recursos materiales y sanitarios, e infunden aliento y esperanza tanto en las víctimas de los conflictos, como en los hombres y mujeres que arriesgan sus vidas en la batalla. En la guerra entre Israel y Hamás, muchos de estos principios derivados de las treguas se hacen evidentes; con el añadido de que redundan en beneficio de los rehenes, al igual que de los prisioneros. Por eso la comunidad internacional se esfuerza por alcanzar estas treguas, incluso pese a que el intercambio de seres humanos sea de un rehén israelí liberado por cada tres palestinos encarcelados. La proporción de 1 a 3, en todo caso, nos indica qué parte ejerce mayor presión, y qué facción prioriza la liberación de sus compatriotas frente al cálculo estadístico, quizá debido a su incapacidad para proteger a sus conciudadanos aquel fatídico 7 de octubre.

Pero no es oro todo lo que reluce en la trastienda de una tregua. Hay aspectos no tan benévolos ante los que ninguna de las partes en conflicto es ajena. Así, por ejemplo, la tregua le permite a Israel reestructurar sus tropas, repensar su estrategia de acoso y destrucción, y hasta reabastecer a su Ejército a todos los niveles. Al tiempo, Hamás reorganiza sus comandos, rediseña emboscadas y movimientos a través de los túneles, comparte mensajes de ánimo a través de Telegram, e intenta aprovisionarse de munición y material bélico, incluso aprovechando el transporte logístico de la ayuda humanitaria. Esto es algo tan viejo como la propia guerra; y negarlo es pretender ignorarlo.

A nivel estratégico y militar, las treguas nos permiten sacar conclusiones adicionales. Así, el fluido intercambio de rehenes por prisioneros nos demuestra que Hamás continúa ejerciendo una clara preeminencia sobre sus comandos, y sobre clanes y facciones terroristas como la Yihad Islámica. Asimismo, queda patente que, pese a los bombardeos, la destrucción y el asedio de las fuerzas hebreas sobre Gaza, Hamás sigue manteniendo un determinado control de la Franja. Su capacidad de interlocución con los negociadores de Egipto, EE.UU., Israel y la Autoridad Palestina en Qatar, ensalza y proyecta en Gaza y Cisjordania el perfil ‘libertador’ de Hamás, y llena de moral a sus acólitos, quienes reciben como héroes a los palestinos liberados y acompañan entre vítores a sus milicianos en los canjes. Como vemos, la organización terrorista está tocada, pero no hundida. Y esto ya lo asumen tanto el Movimiento de Resistencia Islámica, como las Fuerzas de Defensa de Israel. Conclusión: la guerra no ha hecho más que empezar.