POLÍTICAS DE BABEL

No más errores con Gibraltar

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

NI REINO UNIDO NI ESPAÑA han estado a la altura para solucionar el conflicto de Gibraltar. No lo estuvieron antaño, pero tampoco hogaño, aun siendo un problema que trasciende a ambos países, y que, tras el Brexit, implica incluso al conjunto de la UE. Bruselas, en su habitual laxitud, decidió mantener un perfil bajo. Por su parte, España, siempre respondona y prudente en lo relativo al Peñón, se limitó a denunciar estos años atropellos e injerencias. Y Reino Unido, sumido en el caos propiciado por su abrupta e inesperada salida de la UE, ha considerado el conflicto gibraltareño una cuestión de índole menor. De ahí que Fabian Picardo, ministro principal de la Roca todos estos años, no dudase en mostrar su arrogancia y su vehemencia mientras David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Liz Truss y el propio Rishi Sunak, se ocupaban de menesteres mayores.

Ni siquiera la presidencia rotatoria del Consejo de la UE que ha ostentado España constituyó para Picardo un motivo de preocupación. Por un lado, las elecciones generales en nuestro país paralizaban desde julio cualquier atisbo de negociación. Por otro, los comicios recientemente celebrados en Gibraltar hacían que cualquier posible acuerdo tuviese que esperar. Pedro Sánchez se hizo con la batuta aquí. Allí, el socialista Fabian Picarlo logró, bajo el Ejecutivo conservador de Sunak, gracias a su alianza con los liberales, y pese a no ser el más votado en los comicios más reñidos de los últimos tiempos, un cuarto mandato. De ahí la dificultad a la hora de augurar el futuro que nos aguarda con respecto a una querida Roca cuyos residentes votaron en 2016 en un 95,91% a favor de permanecer en la UE. Ahora es David Cameron el responsable de Exteriores británico. Resulta paradójico que quien provocó el caos en la frontera gibraltareña debido al Brexit sea hoy quien deba ponerle remedio.

Estos días los medios de comunicación resaltan el posible acuerdo sobre el control aduanero y fronterizo, principal causa de discordia entre Londres y Madrid. Ambos apuestan por una “zona de prosperidad compartida entre Gibraltar y el Campo de Gibraltar”, pero a los británicos les cuesta aceptar que sea nuestra policía, tras la supresión de la Verja, la que pase a controlar el aeropuerto y el puerto gibraltareños apelando al espacio Schengen, e incluso siendo asistida por funcionarios de Frontex. Otros aspectos igual de relevantes, pero un tanto olvidados, refieren al marco jurídico bajo el que quedaría la Roca, especialmente en lo relativo a una respuesta legal frente a litigios de competencia desleal, de tráfico ilegal de mercancías, de medidas medioambientales, o de protección social y laboral de esos 15.000 trabajadores que cada día cruzan la frontera. Ojalá no repitamos los descuidos cometidos en tiempos pretéritos; errores que todavía hoy lamentamos.