OPINIÓN
El Aquinate
Por fin, miles de estudiantes no tienen que madrugar durante unos días. Terminaron los exámenes en la universidad de Santiago. Iban a las bibliotecas en masa y era admirable verlos bajar la cabeza, absortos en apuntes y tablets, junto a móviles usados a veces como herramienta de trabajo y otras como artilugios perversos para irse con la imaginación a otra parte.
Pena es que cada año, el día de su patrón, santo Tomás de Aquino, no les coja con las manos en la masa, sino lejos de las aulas y en sus casas, a considerable distancia de sus facultades. Pienso que no pocos no saben ni el día en que se celebra: 28 de enero. Menos mal que la tradición impera y se continúa respetando esa fiesta del traslado de sus restos desde la Abadía de Fossanova (Italia) al convento de los Jacobinos de Toulouse (Francia). Aunque las circunstancias la sitúen día arriba día abajo para cuadrar el calendario, no es óbice para pasarla por alto. Este 2024 se conmemora el 26 en el campus de Lugo, el menos conocido por el alumnado.
Si nos atenemos a que nació entre 1224 y 1225, nos hallamos en el comienzo de su octavo centenario, pudiéndose incluso iniciar la celebración de un bi-jubileo o doble aniversario. Y, en un intento de querer resaltar más todavía su figura, fijémonos en que hace 750 años que se fue a la tumba.
Filósofo, teólogo y jurista, mereció ser nombrado ‘Doctor de la Iglesia’. Es autor de la «Summa Theologicae», grande recopilación del saber filosófico desde ocho siglos antes de su existencia. Asimismo, es a él se debe el «Liber de Veritate Catholicae Fidei contra errores infidelium» (Summae contra Gentiles). Ahí se hallan todas las herramientas para desmontar los argumentos de los no creyentes en cuanto a la presencia de una divinidad que es principio y fin de todo. Surgió en un mundo de controversias, como fruto de su anhelo por combatir herejías y ganar adeptos.
Es oportuno, en los tiempos de escepticismo e inmenso laicismo que corren, volver a recordar una categórica idea que emana de todo su pensamiento: «Hay ciertas verdades de Dios que sobrepasan la capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Otras hay que pueden ser alcanzadas por la razón natural, como la existencia y la unidad de Dios; las que incluso demostraron los filósofos guiados por la luz natural de la razón. // Es evidentísima, por otra parte, la existencia de verdades divinas que sobrepasan absolutamente la capacidad de la razón humana».
En Compostela, lugar que en estas fechas semeja estar vacío, cual ciudad dormitorio en vez de meta del peregrino, o ciudad de vacaciones como Marina D’Or en sus mejores tiempos, se echa en falta algo de jolgorio. Lejanas están aquellas décadas en que era el único referente universitario gallego. Esperemos que la matrícula gratuita del primer año nos sea propicia, aunque pienso que no es necesario llenar calles, bares y pisos con alumnos que acuden a las clases lo mínimo imprescindible o de cuando en cuando.
De los profesores, el otro gremio bajo el patrocinio de santo Tomás de Aquino, poco debo decir dado a que estoy incluida en ese perfil. Si acaso, con el Doctor Angélico añadir la máxima que se le suele atribuir: «Temo al hombre de un solo libro». Y es que una sociedad con estudiantes y docentes de mente cerril, no la debemos permitir. Plural y universal, abierta al mundo, sí. Este es el espíritu que debe regir.
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