AL SUR

Elecciones gallegas

Marcelino Agís Villaverde

Marcelino Agís Villaverde

A UNA SEMANA vista de que se celebren las elecciones gallegas dicen los analistas políticos más experimentados que “hay partido”. En realidad, siempre es así porque hasta que no se recuenta el último voto no conocemos el resultado de la única encuesta válida: la de las urnas. Nadie duda de que el PP ganará, y que lo hará por una amplia mayoría, pero eso, con ser importante, no es suficiente, pues necesitará obtener una mayoría absoluta, que cada vez está más cara.

El partido socialista presenta un candidato con buen perfil, pero tendrá que gestionar el descrédito de la política española, instalada en el lío permanente de la amnistía. Tampoco es mala la candidata nacionalista, a condición de que maquille sus acuerdos estructurales con Esquerra Republicana y Bildu, o su opción por la autodeterminación y el monolingüismo, lo mismo que ha maquillado la foto electoral de su cabeza de cartel.

La izquierda se presenta más dividida que nunca y con una guerra abierta entre Sumar y Podemos, escenificada en el Congreso de los Diputados, y que tratan de enterrar en Galicia. También en el centroderecha, VOX y Democracia Ourensán van a poner en solfa la mayoría absoluta de los populares con esos miles de votos que puede no ganar nadie, si quedan sin representación en el Parlamento Gallego ambos partidos.

 Por último, está el voto emigrante, del que nadie habla, pero que representa casi un 18%, y que puede dar o quitar mayorías absolutas, como sucedió con las elecciones de 2005, cuando Fraga perdió por los pelos su quinta mayoría absoluta consecutiva.

Las espadas están en alto y, tras el 18 de febrero, gobernará en Galicia quien sea capaz de reunir los 38 escaños que marcan la mayoría absoluta. La emoción está servida.