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¿Probablemente no existe Dios o probablemente existe?

Carlos Pajares Vales

Carlos Pajares Vales

Hace unas décadas se hicieron populares en los medios las opiniones de varios notables científicos como el biólogo Richard Dawkins, profesor de Oxford, o el físico teórico premio Nobel Steven Weinberg, que participaron activamente en insistir en la incompatibilidad de la ciencia con la existencia de Dios. Dawkins, es autor de los libros ‘El gen egoísta’ y ‘El relojero ciego’ que fueron grandes éxitos. A estas opiniones se unieron periodistas y sociólogos en una intensa campaña, llegando a que hubiese autobuses que circulasen en algunas ciudades con el slogan: ‘Probablemente Dios no existe’. Hubo debates con bastante eco como el que tuvieron en la BBC, Dawkins y el físico teórico y sacerdote protestante Polkinghorne, profesor de Cambridge, primero de Física y luego de Teología, autor de varios libros sobre ciencia y religión. 

  Ahora ha sido noticia el éxito editorial del libro ‘Dios. La Ciencia. Las pruebas’, de los ingenieros y empresarios Bolloré y Bonnassier, prologados por el premio Nobel de Física Robert Wilson, que en Francia ha vendido más de 300.000 ejemplares en menos de un año y también en España está siendo un éxito. En este libro se hace énfasis en que para que haya vida inteligente en el Universo, es necesario que los valores de ciertas constantes físicas, como la masa del electrón o la del protón, fuesen los que se miden porque, si no, no habría sido posible la formación de macromoléculas y por tanto ADN y vida. Igualmente, la relación entre la intensidad de dos de las clases de fuerzas de la naturaleza es la que es, porque si no, no se formarían los núcleos más elementales, a partir de los cuales se forma el resto de la materia. Hoy en día científicamente no hay ninguna razón teórica para que esas constantes tomen esos valores. Parece como si hubiese un ajuste fino de esas constantes para que pudiese existir vida. Hay otros similares ‘ajustes finos’. Es el llamado principio antrópico, bien conocido y causa de admiración y asombro de muchos científicos.

  El libro extiende el principio antrópico al mundo biológico, al ajuste fino cosmológico suma el ajuste fino biológico. El paso de lo inerte a lo vivo se produjo en la Tierra al menos hace 3.800 millones de años (la edad de laTierra es de 4.500 millones de años). Ese paso fue enorme, siendo necesario la coordinación simultánea o en un muy breve período de tiempo de numerosos factores, todos sumamente improbables. Estas improbabilidades se calculan y son extraordinariamente pequeñas. El organismo unicelular vivo más pequeño tiene una estructura infinitamente compleja. El azar puro, desde luego, no puede considerarse como explicación del paso de lo inerte a lo vivo.

  El libro ha originado polémica en Francia con pros y contras de la prueba científica de la existencia de Dios. En particular es relevante la opinión del jesuita y físico de la prestigiosa escuela normal francesa, François Euve, quien en su libro ‘La Ciencia ¿La prueba de Dios?’ hace hincapié en las diferencias entre la fe en Dios y la ciencia. La fe y el amor es una opción personal, libre, basada en la confianza. En la ciencia, una vez establecido un hecho, no hay opción para no creer en ello.

 Un creyente científico piensa que este orden inteligible y bello del Universo, incluyendo el maravilloso ajuste fino, sea explicado o no por la ciencia, es un reflejo de su Creador, dado que las mismas leyes de la Ciencia son un reflejo de Él. Un no creyente científico piensa que aunque hoy no tenga explicación, ese ajuste fino algún día la ciencia lo podrá explicar. El científico no creyente antes de investigar tiene que creer que el Universo es comprensible. Es una hipótesis que no por ser evidente no necesita justificación. Para el científico creyente la razón es porque tanto el Universo como los hombres son reflejos de las mismas mente y voluntad, las de su Creador.