Opinión | EDITORIAL

Rueda firma una mayoría absoluta con un doble mensaje

Alfonso Rueda: "Hoy Galicia le ha mandado un mensaje a España: aquí no queremos chantajes, ni hacerlos ni estar sometidos a ellos"

PI STUDIO

Alfonso Rueda ya tiene lo que perseguía: su primera mayoría absoluta como líder del Partido Popular de Galicia. Seguramente incluso con mayor holgura de lo que creía en los últimos días, cuando algunas alarmas empezaron a encenderse en ciertos despachos. Su triunfo incontestable (40 escaños) es valiosísimo, porque permite despejar cualquier duda sobre su liderazgo, refrendar la hegemonía del PP en la política gallega al cosechar la quinta legislatura consecutiva y, por extensión, propinar al presidente del PP nacional, Alberto Núñez Feijóo, un gran impulso en su particular disputa por erosionar, aún más, la frágil posición de Pedro Sánchez.

Después de escuchar la voluntad de 1.491.906 votantes (el 67,3 % del censo, a la espera del sufragio exterior), Galicia sigue siendo muy Popular, Alfonso Rueda ha salido más que airoso de unos comicios que daban la sensación de que se le habían complicado con el paso de los días. Las campañas electorales, como bien escribió hace unos días Irene Bascoy en nuestras páginas, sí sirven, son útiles, movilizan el voto. Trabajarlas bien tiene sus frutos. Despreciarlas, su precio.

El PP gallego entró mal en campaña y tuvo que corregir sobre la marcha una trayectoria preocupante. Al final ha salvado con excelente nota la situación y hoy Rueda –gracias en gran media a la fortaleza de la estructura del PP, con su legión de alcaldes y alcaldesas a la cabeza– puede exhibir con orgullo su mayoría absoluta. Casi uno de cada dos votantes ha apostado por él. Su victoria tiene un indudable valor en un contexto político en el que los triunfos holgados son rarezas y en donde priman acuerdos, transacciones y compensaciones, algunas transparentes, otras no tanto.

Rueda tendrá, como pedía, cuatro años las manos libres para hacer y deshacer. Habrá estabilidad. Como explicó en la entrevista a El Correo Gallego el ayer revalidado presidente, ya salvadas las limitaciones a que obligarían todo pacto, podrá cumplir “sin renuncias” lo que ha prometido estas semanas. Sin renuncias ni tampoco excusas ni coartadas, añadimos nosotros. Los gallegos le han dado mayoritariamente su confianza. Todavía goza de un importante crédito entre los votantes que no debe estragar.

En este sentido, la configuración de su futuro Gobierno debe dar pistas sobre si ha captado el mensaje. Galicia necesita una Xunta con cabeza y músculo. Con un líder y una estrategia clara. Rueda reiteró en campaña que había colocado a sus conselleiros en las candidaturas precisamente para que fuesen los gallegos los que calificasen su gestión. Ahora que ya tiene en sus manos la nota, quizá debería recapacitar sobre ello, y pensar que quizá los mayores puntos débiles de su último gobierno son muy diferentes de los que algunos, movidos por intereses espurios, quieren apuntar. La lealtad, incluso la afinidad personal, son valores apreciables en política, pero no más que la capacidad de trabajo y la eficacia para resolver problemas o anticiparlos.

La otra gran lectura, por otra parte previsible, del 18-F es el espectacular crecimiento de Ana Pontón (25 diputados). Podría decirse del Bloque Nacionalista Galego (BNG), pero en esta ocasión el factor personal de su cabeza de lista es determinante para entender el salto que han dado. Hace ocho años el BNG era la cuarta formación política en el Parlamento gallego, hoy es la segunda, y por tanto la única alternativa real al PP. El éxito de Pontón y de su campaña son incontrovertibles.

La inteligencia en centrar su mensaje en cuestiones sociales, en buscar la transversalidad, en dirigirse a todos los gallegos que defienden y aman Galicia, en utilizar los nuevos canales que habilitan las redes sociales para atraer a los más jóvenes, en meter por unas semanas en un cajón su biblia ideológica (en donde anida un profundo espíritu de izquierda radical, casi marxista) y su catón identitario (el Bloque es una fuerza soberanista que aspira a la independencia)... Con todo ello el BNG y Ana Pontón han construido un discurso que se resume en tres frases: esto va de Galicia, no de Sánchez o Feijóo; Galicia necesita un cambio profundo y urgente; y la definitiva: el cambio soy yo.

Con ese escueto pero valiosísimo arsenal dialéctico, Pontón ha cosechado un magnífico resultado. Hoy su partido pero sobre todo ella atesoran un capital que deben saber gestionar. Como líder de la oposición tiene una enorme responsabilidad. Los cientos de miles de gallegos que la han votado –muchos no nacionalistas y por supuesto no independentistas– esperan que esté a la altura y que el 18-F sea el penúltima estación hacia la primera presidenta gallega.

Los errores del PSdeG

El perdedor de este domingo electoral ha sido el PSdeG (9 diputados). Todas las encuestas lo vaticinaban. Solo se trataba de constatar la gravedad de la caída. El regreso de José Ramón Gómez Besteiro a la primera línea de la política no pasará a la historia, o si pasa no será precisamente por lo que él hubiera deseado.

Y es que el PSdeG ha planteado desde el minuto cero mal la batalla electoral. En las páginas de El Correo lo hemos venido advirtiendo. No es necesario repetir ahora el catálogo de errores cometidos desde los cuarteles generales socialistas de Santiago y sobre todo de Madrid. Pero sin duda la decisión de lanzar tarde al ruedo político a su candidato para a continuación diluirlo, convertirlo en un actor secundario, si no de reparto, en favor del presidente Sánchez y su corte de ministros ha sido una gravísima equivocación.

Gran parte del fiasco socialista hay que apuntarlo, pues, en el debe de Ferraz, que diseñó una estrategia pensada más que en potenciar las virtudes, que sin duda tiene, de Besteiro, en promover un cambio a cualquier precio, incluso la de reducir al PSdeG a la condición de partido marginal, puramente sucursalista de las directrices de La Moncloa. La muleta útil del BNG. Se trataba de derrotar a Feijóo como fuese, aunque para ello tuviese que alentar casi sin rubor la candidatura de Pontón.

El resultado del plan está a la vista: el PP sigue gobernando cómodamente Galicia, el BNG está más fuerte que nunca y el PSOE en mínimos históricos. Sánchez parece dispuesto a seguir sacrificando a su partido en las tres comunidades históricas –País Vasco, Cataluña y ahora Galicia– si sirve a un doble propósito: tejer pactos que le mantengan en el poder y debilitar/arrinconar al PP de Feijóo. Mientras los votantes socialistas gallegos siguen sin atisbar un líder, un proyecto o una ilusión a la que aferrarse. Ahora al PSdeG le espera una larga travesía por el desierto. Recuperar todo el terreno pedido/regalado, si es que lo logra, le llevará unas cuantas legislaturas.

Batacazo de Sumar

Por lo demás, el 18-F deja lecturas de calado menor, como el primer gran batacazo de Sumar. La coaliación de Yolanda Díaz pincha en donde más duele: en casa. Improvisar una candidatura a las puertas de los comicios fue el preludio de una campaña en la que estuvo ausente. Haría bien la cúpula de Sumar en irse durante un tiempo al rincón de pensar. Les queda mucho trabajo por delante si de verdad quieren ser una opción sólida y no otras siglas efímeras.

Democracia Ourensana, o sea el alcalde Gonzalo Pérez Jácome y su inigualable talento para el show, tendrá un representante en el arco parlamentario. La suya ha sido la historia de lo que pudo haber sido –que pudo haber sido muchísimo– y fue solo un poquito. Ourense sigue siendo Popular, con o sin la familia Baltar.

Vox ha confirmado su irrelevancia y Podemos ha dado otro paso hacia su extinción. La nueva legislatura se estrenará con cuatro partidos: un PP con una cómoda mayoría, un BNG muy fortalecido y única alternativa al centro-derecha; un PSdeG capitidisminuido, urgido de su particular perestroika y el factor exótico de Democracia Ourensana

Y, finalmente, claro que hay lecturas de dimensión nacional: Feijóo habrá salvado ese supuesto match-ball que algunos le habían señalado y Sánchez fracasado en su intento de desalojar al PP de la Xunta y poner a un paso de la jubilación al propio Feijóo. Sin embargo, haber centrado el foco en estas cuestiones, como algunos han venido haciendo machaconamente durante semanas, ha sido tratar a los gallegos como ciudadanos de segunda; rehenes de otros intereses nacionales supuestamente superiores; un pueblo formado por colonos fácilmente manipulables e incapaces de saber por sí mismos qué era lo mejor para su tierra. Así que por ello necesitaban que otros, llegados de fuera, les abriesen los ojos para hacérselo ver.

Los gallegos han hablado. Alfonso Rueda tiene ante sí cuatro años de gobierno. Con las manos libres, sin ataduras. Ahora le toca pensar en Galicia, trabajar por Galicia y defender a Galicia. Porque esto es lo que se votó.