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El partido acabó en malleira

Luis Pérez

Luis Pérez

FUE UNA COMPETICIÓN INTENSA, con desenlace a las diez de la noche del domingo. Como en campañas anteriores, que siempre se olvidan, se insistía en lo de “hay partido” para decir que podían ganarlo quienes lo perdieron. La intención era movilizar a los suyos sin darse cuenta de que también provocaron idéntico efecto en el conjunto. El partido, que sí hubo, finalizó con una malleira del PP sobre los socios del Gobierno (PSOE y Sumar) y la introducción de la duda en el núcleo duro del nacionalismo de si algún día alcanzará su objetivo.

Galicia propinó una patada a Sánchez en el culo de Besteiro. Con Díaz, ni se molestó en intentarlo. El fallo de los socialistas fue plantear el envite en clave española con el propósito de frenar a Feijóo. Craso error de cálculo. Ferraz-Moncloa, desconfiando de sus huestes galaicas, lo fio todo a la prima de zumosol, autoinvestida presidenta antes de tiempo y forma. Debieran haber entendido que quien gobierna cuatro legislaturas con mayoría absoluta no es por azar. O, peor, decir que los gallegos no saben votar. La amplia base del socialismo en Galicia no es -o era- artificial. Se manifiesta fuerte en el poder local. La cuestión, tras el 18-F, es si no estaremos hablando en pasado. Por este camino, con Sánchez y Zapatero acaparando el primer plano de la foto, lleva el mismo camino de retroceder hasta la cola.

Mucho han de cambiar de estrategia los socialistas gallegos para recuperar las esencias perdidas. La historia de la organización, trufada de cainismo, no corre a su favor. Un Besteiro sin tutelas, ni tutías, sigue siendo válido. No estoy tan seguro sobre su entorno. En el Parlamento de Galicia, alejado de influjos externos y si puede actuar con autonomía, tendrá ocasión de mostrar las credenciales que se le suponen.

Pontón mejoró, y mucho, los resultados. Pero, lo principal, no logró el objetivo. Hizo una buena carrera sin alcanzar la meta. Realizó un buen encuentro pero no metió los goles suficientes. Algunos de los que anotó fue para perforar la portería socialista. En cierto modo, en propia puerta. No obstante, se sitúa en buena posición en la tabla clasificatoria para la siguiente competición.

El BNG, para progresar electoralmente, debe superar obstáculos importantes. Alguno ya a la vista, con las elecciones europeas. Sus alianzas con Bildu y ERC no aportan nada a Galicia. Con los resultados actuales está en disposición de lograr representante sin necesidad de arrimarse a compañías peligrosas. A medio y largo plazo podría incorporar y retener los votos prestados si planteara el futuro en clave Galicia y no Galiza. O si se convence de que aquí no tenemos un problema, al menos importante, de convivencia lingüística. O de que los modelos y reivindicaciones de Cataluña y País Vasco no solo no benefician sino que perjudican a Galicia.

La malleira a Sumar fue estratosférica. En este caso propiciada por el BNG. Cosechar, por debajo del 2 por ciento, menos que Vox resulta patético. Máxime cuando el partido, o lo que sea, lo dirige la vicepresidenta segunda del Gobierno, una gallega que ejerce como tal, y con una candidata que era la número dos en la formación. Díaz no se es profeta en su tierra. Hay una trayectoria que lo explica. La candidata fue la damnificada. Lois estaba haciendo un meritorio trabajo en el ámbito estatal, ahora en manos de un inconsistente Errejón.

De Rueda, poco que decir: Una persona normal, caso poco habitual en el tiempo político actual, que por escasear es un bien preciado. Ganó, gobernará al menos cuatro años e inicia una etapa de duración indefinida y que se presume, por lo tanto, de normalidad. Sin novedad en el frente.