Políticas de Babel

Dos años de guerra en Ucrania

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EL FRÍO EXTREMO, la nieve y las nieblas dificultan la resistencia del Ejército ucraniano. También los drones de fabricación iraní, los obuses comprados a Corea del Norte, y las minas mariposa, los tanques, la artillería y los misiles rusos. Cuando se cumplen dos años del inicio de la invasión de Ucrania, la cifra de muertos ya supera los 10.300 civiles. Se calcula que son más de 6,5 millones los desplazados de todo el país que se reparten sobre todo por Europa. Alemania acoge a más de un millón de ucranianos. España a unos 200.000. En medio están Polonia, República Checa, o Reino Unido. Después vienen Italia, Países Bajos, Moldavia y Eslovaquia.

El país sigue en el caos. Sólo la capital Kiev, Leópolis en el oeste, y Odesa al sur, han recuperado una cierta normalidad. Pero el futuro de Ucrania a nivel político y diplomático sigue siendo incierto. Desde una perspectiva económica, la incertidumbre es mayor. Buena parte del país ha quedado afectado o destruido. Llevará años, quizá décadas, reconstruirlo (los datos apuntan al medio billón de euros en daños). Además, esa recuperación no podrá empezar hasta que se llegue a un acuerdo de paz seguro y duradero. Pero este alto el fuego no se vislumbra. Las elecciones presidenciales de marzo en Rusia marcan el horizonte. Putin desea desgastar a Occidente, convierte en héroes a los miles de rusos caídos en el frente, advierte de que no renunciará al territorio ocupado, y exige a los aliados de Ucrania que suspendan sus ayudas a Kiev. Incluso ha iniciado una contraofensiva al sur y oeste de Robotyne, en el óblast de Zaporiyia; y en el este, en las ciudades de Avdíivka y el entorno de Bajmut, en el óblast de Donetsk. Pese a las sanciones y a la pérdida de tanques y blindados (que se cuentan por miles), Putin ha logrado readaptar su industria a la guerra, ha incrementado la producción armamentística, y ha mejorado la logística de asistencia y reparación. Su economía resiste y afronta el 2024 con tranquilidad.

Entretanto, Kiev solicita más munición y armamento. Necesita soldados y voluntarios. De ahí la nueva Ley de Movilización que tramita en el Parlamento. Pero no es fácil encontrar reemplazos para acudir al frente. El cansancio de las tropas es cada vez mayor, y la reticencia de los jóvenes a incorporarse va en aumento. Los propios militares heridos y mutilados colaboran en tareas hospitalarias y ambulatorias. El hecho de que el reclutamiento sea forzoso demuestra la falta de motivación y la fatiga de la sociedad. Tampoco los países aliados europeos terminan de consensuar los métodos y las cuantías de las ayudas a Kiev. El compromiso popular ha ido perdiendo fuerza. Sólo uno de cada diez europeos confía hoy en la victoria de Ucrania. Por su parte, la ayuda de EE.UU. está paralizada en el Congreso, y la mitad de los estadounidenses considera que el apoyo a Ucrania debe reducirse.