Con sentido común

Rutina

Alfonso García

Alfonso García

La rutina en cualquier ámbito, si no va acompañada de una cierta dosis de empatía o mínima ilusión, conduce a la abulia y puede convertirse en esclavitud, de la que será tanto más difícil liberarse cuanto más prolonguemos la situación.

Nosotros tenemos la llave de esa jaula: la imaginación, fundamental para iniciar cada creativamente creativa, diferente en algo al anterior; porque somos capaces de generar ilusiones a través de las cosas pequeñas, haciéndolas antes, mejor o recuperando aquello que habíamos olvidado o dejado de hacer; porque comprobaremos que el trabajo bien hecho, la generosidad consciente con los que nos rodean, hace felices a los demás y, sobre todo, a nosotros mismos.  

Abandonar la prisión de la rutina debe empezar ya, no mañana. Aunque en tu entorno nada cambie, si tú cambias de actitud, todo cambiará.

La rutina puede ser hermosa, si tenemos la libertad de diseñarla con libertad. Aunque la libertad de elección puede darse a cualquier edad, cuando la rutina placentera puede resultar más fácil, es en la vejez. 

La rutina que llena el tiempo de ocio del Mayor dependerá de su imaginación, formación, gustos personales, habilidades, ilusiones, …

Al contenido de la rutina hay que añadir la actitud ante ella: nunca debería ser obsesiva. Dado que quien practica esta rutina placentera es dueño de su tiempo, siempre habrá espacio para una sorpresa, para algo diferente. 

El sosiego, la estabilidad, la calma para las rutinas de cada día, tienen enorme valor, aunque se trate de las tareas más comunes: asomarse a la misma ventana para observar el día que empieza; la butaca de lectura; la mesa en la que colocamos gafas, teléfono, llaves o cartera; las zapatillas, que siempre encontramos en el mismo lugar; el camarero que conoce nuestro gusto por el café con leche templadito; los lugares habituales de paseo y las personas con las que coincidimos e intercambiamos una “hola”, “hasta luego” o comentarios intrascendentes.

Identificarnos con el ambiente de la ciudad en que vivimos, su clima, su paisaje, sus calles y jardines, sus costumbres y formas de vida, propician esa paz y sosiego fundamentales en la rutina de los Mayores. De ahí que, quienes han conocido muchos lugares y formas de vida, sientan en un determinado momento la necesidad de arraigar en uno concreto, con el fin de gozar del sosiego que otorga el ambiente que le rodea. Cualquier aficionado a la jardinería sabe que las plantas deben trasplantarse en la época adecuada, para que arraiguen. 

Mario Benedetti expresó con siete palabras lo que yo he dicho en algunos cientos: “Hoy fue un día feliz. Sólo rutina.”