BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Dicen que Trump se acerca

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

POCO A POCO, Trump se ha hecho con el Partido Republicano de los Estados Unidos. No puede decirse que sea un acto parasitario, porque lo ha logrado consiguiendo votos y dándoles la oportunidad de gobernar. Con espíritu comercial, de lo que seguramente sabe, ha llevado la mejor oferta a los jefes, aunque ahora el jefe sea él. Y en los mítines, donde despunta el ardor de los que aseguran que van a volver a ganar, todos gritan esa consigna algo bobalicona que viene de los ‘realities’, de los concursos de la televisión trumpiana: ¡Biden, estás despedido!

Es, desde luego, una extraña forma de hacer política. O lo era, hasta hace poco. Hoy, empieza a ser normal. Acaparar la atención mediática, operar con unos cuantos eslóganes, porque la esloganitis cruza fronteras. Esas frases de cartón piedra, que tanto valen para un roto como para un descosido: ¡Hagamos América grande de nuevo! ¿Qué diablos significa? Es una apelación emocional. Nada pequeño triunfa de verdad en Estados Unidos. Trump es un buen ejemplo de su apego por las torres más altas, con su nombre bien visible en la cúspide, o en el fuselaje del avión. Yo, yo y yo. Así que todo debe ser más y más grande, porque ese es el síntoma del éxito.

Tras las primarias de Carolina del Sur se diría que está todo dicho. Demasiado pronto, quizás, pero no hay nada nuevo bajo el sol. La agenda del triunfo viene bien alimentada por los donantes, que abandonan, al parecer a una resistente Nikki Haley. El dinero marca la diferencia, pero en este caso no lo es todo. Trump se comporta como una apisonadora que va triturando aquello que se cruza en el camino de su designación. Algunos líderes mundiales de la extrema derecha lo han visitado, celebrando lo que parece seguro: la vuelta a una batalla de la que, por supuesto, nunca se había ido. Ver los abrazos que le propinó Javier Milei el otro día, en la trastienda del evento electoral conservador celebrado en Washington, resultaba muy significativo. Esas formas desmesuradas, que casan bien con los idearios populistas, ilustraron lo que Trump considera imparable y lo que el argentino, el hombre que llegó con una motosierra al hombro, parece disfrutar. Hay un eje emocional e ideológico que puede verse en los mapas. 

Con la dimisión de Ronna McDaniel, la presidenta del Comité Nacional Republicano, en marcha, y el final de los apoyos más significativos de Nikki Haley, Trump se alza ya con el control de un partido que, más que el Partido Republicano es el Partido Republicano de Trump. Puede decirse que son cosas diferentes. Pero, para el propósito final, que es la victoria, todo resulta conveniente. Muchos han quedado por el camino, ante la maquinaria trumpiana que se despliega, además, con la propaganda que levantan sus juicios numerosos, de los que ha hecho también materia principal de la campaña. Sus detractores creen que todo el camino de dificultades, erizado especialmente por el asalto al Capitolio, sin duda uno de los episodios más tristes de la historia contemporánea de los Estados Unidos, han engordado la candidatura de Trump. Como suele decirse, lo que no mata, engorda. 

Desde Europa se contempla con preocupación esta lucha entre dos ancianos, prácticamente, Trump y Biden. Hay quien cree que el espectro político norteamericano no ha logrado reinventarse, anclado en liderazgos que los más jóvenes no pueden disputar. Ahora, esa batalla se dibuja como la batalla final entre dos formas muy diferentes de abordar un mundo sumido en grandes crisis. Macron, ante los síntomas de cierta endeblez europea, reúne a los líderes a favor de Ucrania en París. Macron, de vez en cuando, se erige en líder europeísta, a pesar de los problemas domésticos. Macron subraya así la necesidad de tomar las riendas a este lado, ante el bloqueo de la ayuda del Congreso de EE.UU. Dice que Putin no puede triunfar, porque eso sería la derrota de Europa, pero, al tiempo, quiere disponerlo todo ante la posible victoria de Trump. Los problemas crecen. Nada distinto de lo que dice Borrell, que avisa de un futuro peligroso, si Europa no crece en liderazgo.