OPINIÓN

Sin paliativos

Pilar Alén

Pilar Alén

Sin paliativos. Me doy por vencida. Febrero termina y, aunque pocos así lo digan, marzo se presenta como el “mes vitamina”. Cierto es que tiene mala fama, porque algo la realidad falsea y su naturaleza -si así se llama- es controvertida. Tiremos de refranero, un clásico no siempre certero: ‘marzo engañador, un día malo y otro peor’, ‘marzo marzuelo, un día malo y otro buen’. ¿A qué atenerse en caso de querer ser oportuno? Yo a los de uno y otro bando me uno. 

Antes de seguir adelante, reparen que utilizo una de las expresiones de mayor uso: ‘sin paliativos’. Desde Lois a Besteiro, aun yendo cada uno por diferente camino, han coincidido ante un resultado que en nada les favorece: ‘malo’, lo que traducido resulta que es insuficiente para que haya un relevo. Solo falta que Ayuso haga suyo este prolijo empleo de un término que yo siempre asocio al último tramo de la vida, cuando ya nada tiene remedio, salvo dar amor, apoyo, ayuda y consuelo. 

Qué duro suena el ‘sin paliativos’ pronunciado en ámbito político. Esa rotundidad no siempre puede darse entre las mil y una realidades de las muchas que suceden a un palmo de nuestra mano. Esto me lleva a repensar y transmitirles o sugerirles, si es que puedo, que pocas verdades absolutas existen. Nada es totalmente negro ni blanco. Hay entre ambos extremos un amplio espectro a tener en cuenta. 

Sigo con mi marzo, marzo marcero. ¡Qué poco queda para verte de nuevo! En occidente deseamos que llegue, pero hay pueblos que nos superan y son de Oriente. Están esperando ese mes para tirarse en parapente. Hibernan durante meses. Parte de sus actividades eventualmente suspenden. Y despiertan, casi de repente. Bien lo puedo constatar en un amplio sector de esa Corea, tan llena de gente. Hasta llegar marzo apenas hacen nada porque, visto desde nuestra perspectiva, parece como si no les diese la gana. El 1 de marzo (“Samil”) puntualmente lo celebran. Todo se engalana para vivir el día de la nipona independencia, hace ahora 105 años de aquella feliz fecha. A partir de ahí, todo rueda. Da comienzo el año escolar, en infantil, primaria, secundaria y educación universitaria. Dicen con su singular faciana que quieren equiparase a lo que otros hacen, pero nada cambian. 

Comienzo de año, de ciclo y, adelantándose unas semanas, inicio de la primavera. Aquí no pocos esperan a que les dé el pistoletazo el conocido eslogan de El Corte Inglés. 

Sin paliativos, sin calificativos: no hay nada que justifique tanta cruel guerra en Ucrania, al lado de nuestra puerta, ni en otra zona de la tierra. Sin paliativos, sin adjetivos: no es razonable que se mueran de hambre miles de seres en Etiopía o Nigeria, vergüenza es tener que reconocerlo. Sin paliativos, sin apelativos: no hay lágrimas que cubran y rieguen los destrozos de tal cruel incendio, por el que valencianos, gallegos y ciudadanos del mundo entero lloramos tirándonos por el suelo. 

El febrero que fenece en lugar de 28 días tiene 29. Estamos en un año bisiesto con un día más para escribir en él, o en nuestro diario o mente, una crónica más llevadera en la que sintamos que vivirla vale realmente la pena. Deber tenemos de reconciliarnos con este mundo en el que estamos inmersos. No es en sí mismo malo ni bueno. Es el que nos acoge para desarrollar una actividad, un trabajo necesario, ya sea en marzal primavera o en desapacible invierno. Bienvenido sea para acometer tanta tarea pendiente. Pongámonos a ello.