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Los ‘ábalos’ de Galicia

Luis Pérez

Luis Pérez

¡AUN TUVO SUERTE BESTEIRO! Si el caso Koldo hubiera estallado diez días antes, los malos resultados de su partido habrían sido todavía peores. La errónea estrategia socialista al convertir los comicios gallegos en un examen a Feijóo, desviando el debate político electoral hacia fuera, se vería agravada por un caso de corrupción, el más desagradable y repugnante para la sensibilidad de cualquier persona, dado el escenario en que se desarrolló, la atroz pandemia, y del que algunos pillos se aprovecharon escandalosamente, pícaros que la justicia dirá si también son delincuentes.

Lo que no sabemos es si Ábalos forma parte de este grupo de pillos. O les dejó hacer si saberlo. O sabiéndolo sin poder demostrarse que lo sabía. De momento, no figura como candidato a reproche penal. Las indagaciones de la justicia, que vienen de atrás, lo descartaron. Si algo supiera, y hubiera indicios, sería denunciado por la fiscalía junto al resto de la trama. La diferencia con los demás es que al estar aforado solo responde ante el Supremo. No obstante, sin estar acusado de nada, su partido le exigió que en 24 horas se inmolara como diputado. Al negarse, le expulsa.

En Galicia hubo situaciones parecidas. Los casos nunca son iguales, pero algunos guardan similitudes. Cargos públicos socialistas fueron expulsados por no atender las exigencias de la dirección mientras que otros sí tiraron la toalla, dejaron cargos, pero aun siendo declarados limpios de polvo y paja nunca recuperaron lo, injustamente, perdido. El resarcimiento total en estos casos es imposible. Siempre quedará la mancha. O la duda. Lo sufrió el propio Besteiro, que cuando estaba en condiciones de alcanzar el objetivo, no pudo intentarlo. Ahora es diferente. O el alcalde Orozco, que hoy podía tener una calle en Lugo.

Se entiende que Ábalos, sin ser ni siquiera acusado, se resista a dimitir. Escuchándole con atención, da la impresión de decir la verdad. Si es cierto que dice la verdad, no es de recibo que se le despida como a un corrupto. Claro que podría mentir. Y eso se desliza desde la más alta dirección cuando se repite insistentemente de que “quien la hace la paga”. No es el mejor ejemplo el de Borrell, como ponen algunos. El catalán renunció a dirigir el PSOE tras aparecer casos de corrupción entre sus colaboradores. Pero siguió como diputado.

Las responsabilidades políticas se dirimen en las urnas. En los demás casos siempre hay interés de parte. Y siempre se exigen a la parte contraria o a la más débil. Es una manera de intentar salvarse uno. Por la enorme presión ejercida sin dar la cara parece que quien busca no salir trasquilado es el presidente del Gobierno. Lo natural sería, dada la relevancia y proximidad entre ambos, que Sánchez y Ábalos hablaran el asunto de tú a tu, sin intermediarios. 

El presidente del Gobierno tenía que conocer al menos en parte, y sin duda su brillante currículum, las andanzas de Koldo. Ambos compartieron carretera y manta. Igual de responsable es su valedor Cerdán, actual secretario de Organización y negociador con Puigdemont. Está, además, el oscuro episodio del cese de Ábalos como ministro y número tres socialista. No se enciende la luz ni siquiera en estos tenebrosos momentos. La respuesta es poner el ventilador con dos comisiones de investigación, en Congreso y Senado, para añadir más confusión. A ellas se añaden unas cuantas más: lawfare (amedrentar a los jueces), Pegasus, atentados en Barcelona y Operación Cataluña. Vamos, las cámaras legislativas convertidas en un circo.

El caso es que con todo este rebumbio habrá tres efectos: el Gobierno se debilita, el independentismo catalán y vasco se fortalece y, como consecuencia de lo anterior, Galicia pierde.