BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Nativel Preciado, entre la nieve

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

NATIVEL PRECIADO llega de entre la nieve. Unos días cerca de la montaña leonesa, donde discurre su última novela, ‘Palabras para Olivia’ (Espasa). Ella pasó allí muchos veranos de su infancia. Y también algunos días del invierno. Hablo con Nativel a través del teléfono y le digo que sigo escuchándola y viéndola en televisión, y, por supuesto, leyendo sus novelas. “He tenido suerte, he tenido una carrera periodística buena, sin destacar mucho: si destacas, siempre puede ser peor”. Le digo que ha sido, sigue siéndolo, una periodista importante. No podrá negarlo. Pero Nativel suele preferir el tono menor, la voz baja y calmada. “Recuerda aquella frase que figuraba en los muros del Oráculo de Delfos”, me responde. “Nada en exceso: creo que ha sido una divisa para mí. Nada en exceso. Todo en la justa medida”, explica, recordando la famosa sentencia de Solón de Atenas.

Cuando hablo con ella siento que abordo la historia contemporánea del periodismo de este país con todos sus matices. “Me ha ido bien, en el periodismo y en la literatura. No me puedo quejar”, insiste. “Nunca me han rechazado una novela, por ejemplo. Y eso, bien mirado, es una gran suerte. El sistema suele ser duro”. El sistema. Es una gran palabra, difícil de definir. En su nueva novela, el joven Teo del Valle, que no logra publicar, ha de ejercer de escritor fantasma para Olivia Casanova, escritora de éxito en retirada, que se dispone, al parecer, a completar su última obra literaria.

“Olivia es en esta novela todo lo contrario de lo que soy yo”, me cuenta Nativel Preciado. “Olivia tiene la prepotencia del éxito: trata con dureza y cierta impertinencia al joven Teo, que ve en este encargo, sin embargo, una gran oportunidad para renacer como autor: aunque sólo sea un instrumento”. Hay mucha literatura sobre los escritores fantasma, como, en calco riguroso del inglés, se llaman ahora. Pero lo que esta historia encierra es una gran sorpresa: poco se puede contar aquí, sin destripar la trama. Pronto veremos que Casanova no ha elegido a Teo por sus cualidades literarias, sino por un pasado oscuro que se va desvelando lentamente, desenroscándose ante nosotros, y que nos conduce a los escenarios de las estaciones provinciales, a la nostalgia de esa infancia en las montañas de León que Nativel conoció tan bien, y a las que regresa en ocasiones, para reconstruir la patria de Rilke, el lugar al que pertenece ese tiempo que produce destellos en la memoria, las noches eternas de verano, las nevadas inmisericordes de los inviernos. Y los lobos. Y, sobre todo, aquello que perdimos, lo que se esfumó a toda prisa.

“Estoy contenta porque, a alguien que conoce bien estos escenarios, como Julio Llamazares, esta historia le ha encantado. Como a Vicent o a Rosa Montero”, me dice Nativel cuando menciono al autor nacido en la montaña leonesa. En ‘Palabras para Olivia’ se entrelazan dos historias, una del pasado, otra del presente, en las que hay elementos comunes que deben ser desvelados. “Ha sido difícil construir esta estructura”, explica. Esta es una novela sobre secretos de familia y secretos de amor y desamor. Tiene un aire de novela negra, sin llegar a serlo, pues, mientras Olivia y Teo construyen y deconstruyen la trama, estamos conociendo, ay, la cara oculta de sus vidas.

De pronto vuelve el tiempo de la radio, que en este libro es un elemento decisivo. “La radio nos hizo como somos”, le digo. “Sí, a mí los programas de Ángel Álvarez, como el mítico ‘Vuelo 605’, que en mi novela tienen un gran protagonismo”, explica Nativel Preciado. El padre de Teo, Mauro, locutor de radio, alcanza un gran protagonismo en la novela. Y su muerte: ¿atacado por un lobo en medio de la ventisca? Tal vez. Sobre el escenario provincial, sobre los montes antiguos, se despliega una historia cruda y compleja, un laberinto de pasiones y de literatura, un amor pasado y un amor presente… Late aquí la vida (y la muerte) con especial violencia, mientras la nieve cae mansamente sobre los vivos y sobre los muertos. Les va a gustar.