Notas de actualidad

Sobre despedidas y nuevos proyectos

José Manuel García Iglesias

José Manuel García Iglesias

Consulto en la página de Turismo de Santiago lo referente al convento del Carmen. Se dice aquí que su comunidad cuenta con veinte monjas carmelitas y apunta, además, que la regla de Santa Teresa no permite que sean más de veintiuna... Pues bien, la verdad es que son cinco las que, últimamente, habitan este convento, con un historia que se inicia en el siglo XVIII y del que, tristemente, se verán relevadas, por falta de integrantes, el próximo sábado por los miembros de otra comunidad, de la misma orden, pero masculina y de origen colombiano. Es decir, tienen una y otra una línea de espiritualidad similar pero los que ahora vienen poco o nada saben de esta ciudad a la que llegan y, sin duda, sus cometidos diarios distarán mucho de aquellos que ocupaban a las que dieron vida a este convento a lo largo de tantos años. Será una triste despedida, anunciadora de nuevos tiempos.

Y no es la solución peor. Al menos seguirá siendo un lugar habitado que mantendrá, en lo básico, la función para la que ha sido fundado. Sucede esto en un momento en el que nuestros conventos compostelanos – siguiendo una corriente generalizada- viven un momento de escasas vocaciones que lleva a pensar que también otros, más pronto que tarde, dejarán de ser sostenibles y puede darse el caso -que ya sucedió, hace bien poco, con el convento de Santa Clara de Pontevedra- de que nos encontremos deshabitados o a la venta de conventos de similares características.

Estamos, en este orden de cosas, viviendo un momento en el que es fácil imaginar grandes cambios y es deseable, en la medida de lo posible, que el ejemplo pontevedrés, relativo a lo sucedido con el ya citado convento de Santa Clara, pueda servir de modelo: una compra del Ayuntamiento, una cesión a la Diputación correspondiente para su puesta en valor y ésta, a su vez, al Museo de Pontevedra para otorgarle una finalidad pertinente.

Sería, en este orden de cosas, deseable que el Ayuntamiento de Santiago, que controla un instrumento para ello tan adecuado como el Consorcio, tuviese un plan de necesidades a cubrir en materia cultural y, particularmente, museística, porque resulta conveniente buscar nuevos espacios para liberar fondos de museos ya existentes y auténticamente colmatados, para atender a relevantes propuestas actuales – es el caso del Museo de la Orfebrería Compostelana, ansiado por Ourives de Compostela- y, además, para contar con un Museo de la ciudad de Santiago, asunto al que nos aproximan hoy tanto el de las Peregrinaciones como el do Pobo Galego, pero que requiere un tratamiento monográfico e independiente.

Si se pretende, como parece, apostar por un tipo de turismo de mayor calidad, y más rentable desde un punto de vista económico, se debe mejorar la oferta optando por un modelo de ciudad en el que a las inevitables despedidas se les sepa dar una respuesta positiva. Y eso pasa por diseñar y fomentar nuevos y viables proyectos.