Opinión | Políticas de Babel

Biden frente al Estado de la Unión

BIDEN TIENE EN LA ABSTENCIÓN, los indecisos y los independientes su mayor desafío y temor, y es consciente de que debe aspirar a atraer hacia su causa electoral a una sociedad cada vez más crispada y dividida social, política e ideológicamente. De ahí que en su discurso sobre el Estado de la Unión del jueves insistiese en la igualdad y en proteger una democracia que, según él, se ve amenazada por Trump. Pero necesita hechos y planes nítidos para convencer al electorado. Por eso repasó avances en infraestructuras e industria manufacturera, y propuso nuevas y eficaces medidas migratorias. Recordó la caída de la inflación y el paro. También prometió reducir los precios incluso de los medicamentos, subir los impuestos a las grandes empresas y fortunas, reducir la presión fiscal a las clases medias, y moderar los déficits presupuestarios. No pudo disimular su apoyo a Israel, pero intentó compensarlo apelando a la ayuda humanitaria que urge en Gaza. La libertad de las mujeres para decidir (en alusión al aborto) fue un guiño a un sector esencial para él (lástima que Yulia Navalnaya y Olena Zelenska no aceptasen su invitación para acompañarlo en el acto).

El Presidente debe seguir trabajando para recuperar la confianza que ahora le niegan muchos de sus electores. Del mismo modo, habrá de ser astuto para atraer el voto de ese porcentaje de conservadores que, como describimos aquí ayer, estaban dispuestos a apoyar a Nikki Haley frente a un Donald Trump que no consideran digno de representar los valores norteamericanos que ellos defienden. Y es que también en EE.UU. es en el centro y en los indecisos donde se debe y puede encontrar la fuerza social que incline la balanza a derecha o izquierda del espectro político, es decir, hacia el partido Demócrata o el Republicano. De hecho, los votantes de Haley podrían suponer unos 600.000 votos adicionales para Biden. Quizá por ello se apresuró a apelar a ellos tras la renuncia de Haley. “Hay un lugar para ellos en mi campaña”, dijo, mencionando una vez más la salvaguarda de la democracia, y pese a que Haley ya había declarado que “el socialismo es una amenaza para EE.UU.”.

Tras las alertas derivadas de campañas lideradas por los grupos más progresistas y la comunidad árabe, por ejemplo, en Minnesota, o en Míchigan (recordemos “Escucha a Míchigan” o ‘Listen to Michigan’), ya se detecta que hay otros muchos Estados incluso “bisagra” o “pendulares” (‘swing states’), en los que se podrían repetir consignas como la de “Abandon Biden”, abanderada por los sectores sociales musulmanes a lo largo de todo el país. Asimismo, su apoyo incondicional a Israel y su torpe actuación a la hora de lograr un “alto el fuego permanente” e incluso “pausas humanitarias” que alivien la dura situación que vive la comunidad palestina dentro y fuera de la Franja de Gaza, constituyen dos elementos distorsionadores dentro de su azarosa y convulsa campaña electoral. Son aspectos que no sólo inquietan y desasosiegan a la comunidad árabe y musulmana dentro y fuera de Estados Unidos, sino también a los votantes progresistas más jóvenes, a un buen porcentaje de las mujeres estadounidenses, a grupos sindicales muy relevantes, y a todo un abanico de minorías étnicas. Todos estos colectivos no han dejado de presionarle desde el pasado día 7 de octubre, llegando a ponerlo contra las cuerdas en más de una ocasión; algo que se refleja incluso dentro de las propias filas demócratas que se sientan en el Senado o en la propia Casa de Representantes que ahora controla el partido Republicano.