Opinión | POLÍTICAS DE BABEL

Más presión judicial para Trump

HOY SE CUMPLE UNA SEMANA del inicio del juicio en Nueva York contra el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el contexto de una causa que investiga sus supuestos pagos a la guionista, directora y actriz porno Stormy Daniels en 2016 para, presuntamente, comprar su silencio y evitar así el impacto de las posibles declaraciones de la estrella del cine para adultos en la campaña electoral de ese mismo año. Hablamos de una acusación con 34 cargos, y de un proceso delicado que apenas ha comenzado y que podría derivar en delitos penales, algo que marcaría el camino de Trump hacia La Casa Blanca de aquí al 5 de noviembre de este 2024. Lo digo por el posible impacto desfavorable de la sentencia en las urnas y en la opinión pública; pese a que un veredicto de culpabilidad, e incluso una condena, no le impedirían presentarse a los comicios y hasta gobernar en caso de ganarlos. Este juicio penal, que podría derivar en pena de prisión por primera vez para un expresidente de EE.UU. no es, sin embargo, el único juicio que debe superar el neoyorquino si desea reconquistar el Despacho Oval. No en vano, recientemente dimos cuenta detallada aquí de su largo y costoso paseo por los tribunales (El periplo judicial de Trump, ECG 23/03/2024).

Con todo, estos procesos legales se dilatan en EE.UU. tanto o más que aquí (esta fase del juicio es susceptible de alargarse entre ocho y doce semanas), especialmente si se cuenta, como en el caso del exmandatario, con un equipo de abogados capaz de manejar los tiempos con la misma eficacia que los litigios. Ni siquiera resultó fácil conformar un jurado de apenas 12 miembros para fiscalizar a Trump. No tanto por lo atípico de la encuesta que debían cumplimentar (donde se les preguntaba por aspectos relacionados con el tiempo libre, los intereses personales, las asociaciones a las que pertenecen, las redes sociales que frecuentan, o la religión que practican), cuanto por la posibilidad que tienen los letrados de recusar a aquellos miembros del jurado que, tras investigarlos, no consideran idóneos, pudiendo de este modo demorar el pleito una y otra vez.

El magnate genera filias y fobias, amor y odio a la par. Esta dualidad es fiel reflejo de la sociedad estadounidense, fracturada ya no tanto entre demócratas y republicanos, cuanto entre Biden y el propio Trump. Así lo han reconocido las decenas de personas preseleccionadas para conformar el jurado, quienes aseguraron no sentirse capacitadas para llevar a cabo dicha función debido a la dificultad para mantener la neutralidad e imparcialidad requeridas. En esta ocasión, se trata de comprobar si hubo fraude administrativo y manipulación económica a través de las cuentas de ciertas empresas asociadas a Trump, unos hechos que el expresidente niega, al tiempo que afirma que es el presidente actual, Joe Biden, quien está orquestando en las calles y a nivel mediático toda esta campaña social y judicial en su contra.

La actitud de Donald Trump no ha variado con respecto a lo que hemos visto cuando ha tenido que entrar o salir de otros juzgados. Sigue reivindicando su inocencia con firmeza, al tiempo que manifiesta sentirse “víctima de una cacería política” que siempre ha asociado sin pruebas fehacientes a Biden. Pese al alcance penal de este juicio que apenas ha comenzado, no parece ser el más peligroso para el expresidente. Aun así, los otros tres procesos que tiene pendientes (en Washington, Georgia y Florida) todavía no tienen fecha fija de inicio, lo cual hace pensar que no llegarán a tiempo de frenar las aspiraciones presidenciales de quien ha logrado convertir su periplo judicial en una causa nacional y hasta popular contra los republicanos.