Opinión | Políticas de Babel

Estrasburgo y Bruselas tras Cataluña

CUANDO APENAS NOS ESTAMOS RECUPERANDO de la resaca provocada por las elecciones al Parlamento de Cataluña, nuestra mirada se fija ya en las elecciones al Parlamento Europeo (PE) del próximo 9 de junio. Nos lo recordaron las instituciones europeas el pasado jueves, Día de Europa. Y es que en sólo cuatro semanas tendremos que volver a depositar un voto que, al igual que en el caso de las elecciones catalanas, también resultará trascendental para el futuro de España. Ambos comicios están de algún modo conectados, pues quienes los lideran han abierto debates que son comunes en todos los territorios y regiones que integran la UE. Asuntos como la economía, la financiación, la seguridad, el estado de Derecho, la separación de poderes, la defensa de las libertades, los retos medioambientales, o las vicisitudes de los fenómenos migratorios, constituyen la base de la mayoría de las propuestas y conversaciones que tienen lugar a nivel diplomático y político en el “contexto occidental”. Tan interconectados están los procesos electorales, que es posible que las alianzas definitivas que terminen por constituirse para conformar el Gobierno de Cataluña tengan que esperar a que las elecciones a la Eurocámara estén resueltas.

Esto es así porque incluso los comicios europeos se deciden atendiendo a los problemas internos de cada uno de los veintisiete socios que dan vida a la UE. Por ello, en vez de hablar de un único y compartido proceso electoral, deberíamos pensar en veintisiete llamadas a las urnas cuyos resultados, eso sí, terminan por computarse de manera conjunta. Pero el votante español, no nos engañemos, vota atendiendo a los problemas más acuciantes del país, independientemente del hecho de que la mayoría de las leyes por las que hoy nos regimos en España vengan dictadas desde el PE, o a propuesta del Consejo y de la Comisión Europea, a través del filtro de la propia Eurocámara. De ahí el lema de la campaña “Leyes no escritas”, impulsada por el PE junto a una serie de organizaciones juveniles para “promover las elecciones europeas en la Generación Z”. Se trata de suscitar la participación entre los más jóvenes (casi 110.000 gallegos podrán votar por primera vez), de motivar una reflexión entre los que se estrenarán como votantes este año. Participación y motivación, codo con codo, para ver si se logra aumentar ese 42% de chicos y chicas que, en 2019, se animaron a acercarse a las urnas en nuestro país, aumentando así en 14 puntos la participación de los jóvenes registrada en 2014 (la media europea de participación juvenil en 2019 fue superior, del 50,6%).

Organizaciones juveniles como el Consejo de la Juventud de España, el Equipo Europa, la Erasmus Student Network, los Jóvenes Europeos Federalistas, y la asociación Talento para el Futuro, han unido fuerzas bajo la más amplia comunidad del PE ‘todosjuntos.eu’; y esperan seguir atrayendo a los más jóvenes hacia una convocatoria que se cursa cada cinco años, pero cuyos resultados se terminan perpetuando a lo largo del tiempo. Y es que hoy los jóvenes se muestran comprometidos con los acontecimientos que tienen lugar incluso allende las fronteras europeas, y desean que la UE tome partido en esos desafíos internacionales. Por eso las autoridades de Estrasburgo y Bruselas los reclaman, para que sean capaces de orientar sus opiniones y deseos a través de las urnas. “Usa tu voto u otros lo harán por ti”, les dicen nuestros representantes políticos, a fin de animarlos a defender esos valores democráticos y esas libertadas que el colectivo juvenil reivindica cada vez con mayor convicción, y que deben hacerse oír dentro del conjunto de 373 millones de europeos que están llamados a las urnas este 2024.